domingo, 14 de diciembre de 2014

Catorce de diciembre. Llueve.

Catorce de diciembre. Domingo. Llueve.
Creo que ha llovido toda la noche. Comenzó ayer, sobre las cuatro de la tarde. Regresé de comprar en el híper francés habitual...y de pronto, es como si se hubiese hecho de noche. Y al rato comenzó una lluvia fina, casi imperceptible si no se miraba hacia el suelo de la calle, que se iba mojando lentamente... Probablemente no dejó de llover desde ese momento.

Me he despertado a la hora habitual: sobre las siete, siete y media de la mañana. A las ocho, desde el baño, he escuchado el pequeño chasquido del despertador cuando llega a la hora en que debería sonar la alarma...si estuviese encendida. A los pocos minutos, desde la cama, he oído 'despertarse' al móvil: ocho de la mañana. Era de noche, supongo que más por la lluvia que por una cuestión solar...o igual también es ya de noche a esas horas en estos días de diciembre. El llevar casi tres semanas sin trabajar (y sin la obligación, por tanto, de levantarme a esas horas) hace que esté un poco desconectada de la hora real en que amanece.
A las diez y algo he salido a comprar el periódico. Botas de goma, gabardina. Me he mojado: la gabardina es fina y de poca  calidad, apenas si quita el frio, si llueve de forma persistente, te mojas en pocos minutos. Al llegar a casa (media hora, ir y venir al kiosco más cercano, permitirme el raro capricho dominical de unos churros, bajo la lluvia intentar explicar a un transeúnte perdido cómo llegar a una especie de iglesia que hay en el barrio, instalada en los pisos bajos de un  bloque de viviendas y desconocida hasta por los propios vecinos de la zona...y de complicadísimo acceso) me he cambiado de camisa: también estaba empapada.
Necesito una prenda de abrigo impermeable. Tengo un abrigo que ya era viejo hace cinco años, pero que no me atrevo a 'jubilar'...porque no encuentro nada similar que además sea de mi talla. Es largo, acolchado, da calor, es impermeable, lleva capucha... Y si llueve mucho también se 'cala' el agua. Pero de momento es lo que tengo.  Y sin él, no sé qué habría sido de mí el pasado invierno: no soy friolera, pero dos horas tres días a la semana dando vueltas por una anodina ciudad dormitorio, de tres a cinco, en pleno invierno... que era parte de mi rutina laboral, pues... Gracias al abrigo viejo, botas de agua con dos pares de calcetines debajo, bufanda, guantes, algún día refugiada en el burger..., pasé el invierno.
Tengo otras prendas, pero no son impermeables. Y probablemente tenga algo impermeable...pero no me vale. Me da mucho coraje tener tanta ropa que no me sirve, por talla. Tengo dos chaquetones 'de pelo' que me hacen mucha gracia (y uno, además, estaría de plena actualidad...aunque tenga diez años) pero me están pequeños. Tengo cazadoras de cuero, abrigo de serraje..., y diez kilos por encima de lo que debería pesar para poder usarlos.
Patético.
Seguramente habré cogido frío. Esta noche, leche caliente y miel.

Mi radiador ya funciona. Mejor dicho: mi radiador ya es otro. No gotea. Pero..., es curiosa la rutina. Me levanto mirando tras la cortina y me sorprende ese espacio vacío donde estaban los tappers de plástico llenos de agua...

Estos días he aprovechado para limpiar. Tras el arreglo del radiador, lavé las cortinas del salón. Aquel capricho de seda, algodón y lino....que hay que planchar en un punto justo de humedad para que no se queden arrugadas (cosa que pasa tanto si están demasiado húmedas como si lo están demasiado secas). Por suerte el viernes no llovió... También he lavado las colchas que tapan el sofá viejo, ése que sólo sirve para dejar el mando a distancia o el teléfono cuando estoy tumbada en el otro mirando la tele o para que él deje su ropa en esos raros días en que, desde hace casi cuatro años, ha venido a regalarme su compañía, alguna noche...

Sigo extrañamente triste, y ya no son las hormonas. Sigo desganada. No quiero pensar en el dinero, no: me niego. Pero sé que en febrero me horrorizará el estado de mis cuentas, me lamentaré por no haber intentado ponerme a trabajar nada más dejar el búnker, todo eso. Pero no, no quiero pensar en el dinero. Aunque sepa que no me puedo comprar un abrigo impermeable nuevo (o..., sí que puedo. Pero me gastaré ese dinero, seguro, en regalos obligatorios que al final nadie me va a agradecer. Por ejemplo).

Llueve en este domingo de otoño, otoño que ya es invierno en el cielo y en los árboles. Dos semanas para que termine el año. Y para que empiece otro igualmente incierto.

No hay comentarios: