martes, 16 de diciembre de 2014

Desgana.

Sin ganas de hacer nada.
No tener una 'rutina laboral' me hace perder en cierto modo la noción del tiempo: tengo que pararme  a pensar en qué día vivo. No tengo obligación alguna para levantarme a tal hora (aunque me sigo despertando antes de las ocho, y luego vagueo hasta las nueve y algo: a las diez estoy levantada), no tengo horas concretas para ir a tal sitio, comer o tener cual cosa terminada.
Tengo mil cosas por hacer (todo lo que acumulo a lo largo de las semanas y los meses en que no tengo un minuto libre), pero no me apetece hacer nada. Tampoco me apetece estar tirada en el sofá, ni enredando en internet mientras estoy sentada, que es algo que podríamos definir como 'descansar'. No: simplemente no tengo ganas de nada.

Tampoco estoy mirando ofertas de empleo: en estas fechas sé que es tarea absurda. Además, podría darse el caso de que sí, de que me llamasen para hacer entrevista e, incluso, que firmase contrato... Y ahí entraríamos en un problema: si lo que voy a buscar son trabajos de tipo comercial (y visto lo que he hecho los últimos años, más que probablemente sea para venta telefónica) soy consciente de que estamos en los peores días para que nadie te compre un producto de tipo 'financiero' por teléfono (lo sé por experiencia, claro), por lo que estaría gastando un valioso 'periodo de prueba': las empresas no se ponen a valorar si la época en que transcurre ese periodo es potencialmente buena o mala.
Tengo que actualizar el currículum 'en papel'. El imprimible que hay que aportar habitualmente cuando te citan para una entrevista personal. La versión que tengo, aun estando retocada y revisada...y muy recortada (debo ser de los pocos casos que omiten información... en vez de recargar el currículum con experiencias y conocimientos falsos) sigue siendo demasiado larga.
Tengo que actualizarlo y me da una pereza atroz.

Tengo dos habitaciones por ordenar: la que he empleado algo así como 'de despacho' los últimos años (y que finalmente terminó por ser la habitación donde tenía el ordenador...y mucho papel desordenado de mala manera, y trastos varios, y la manta de la cama en verano, y..., y su almohada) y la otra...donde acumulo en plan trastero la tabla de planchar, el propio centro de planchado, la escalera portátil con la que descuelgo y cuelgo cortinas, aspiradora medio averiada, productos de limpieza (también por la proximidad con el baño)...y cienmil papeles, libros y trastos de todo tipo, incluidas dos impresoras viejas y restos de un ordenador de sobremesa. De hecho, en sendas bolsas de viaje tengo aún sin recoger (y sin mirar, francamente) los regalos de navidad de los dos pasados años... El colmo del caos. El colmo de quien tiene de todo en grandes cantidades, también. Y que no tiene tiempo. Ni ganas.
En esa habitación hay cosas que llevan diez años esperando a que las eche un vistazo: las que traje cuando cerramos la empresa donde trabajaba. Y que no, no eran cosas que 'me regalaron' por el cierre: en gran parte eran cosas que yo había comprado y que estaban allí. Mi auténtica adicción por el material de escritorio (unido a unos ingresos más que aceptables) hacían que comprase todo tipo de útiles de escritura, carpetas y demás sin que eso redundase en pasar factura alguna a mi jefe. Y esas cosas: archivadores, cajas con bolígrafos, rotuladores, pinturas, cartulinas..., siguen esperando a que tenga tiempo y ganas y 'me moleste' en  ordenar, clasificar y tirar (porque muchos bolígrafos estarán secos desde hace años. Por ejemplo).

No tengo ganas de hacer nada, insisto.
Tampoco de salir a buscar y comprar los regalos de Reyes. Esa obligación que cada vez me apetece menos cumplir...y para la que soy consciente de que tampoco tengo 'capital'. Sé que tengo pendientes una serie de gastos absurdos, inútiles..., que muchos ya los he hecho (comprar el turrón y demás dulces navideños, que luego apenas si pruebo) y que supondrán llevarme un susto mortal cuando a mediados-finales de enero me llegue el extracto de la cuenta bancaria.
Gastos y más gastos, sin tener trabajo, viniendo de un trabajo donde tenía un sueldo de supervivencia. Y sin ganas ni ilusión para gastar.

Ayer estuve dando una vuelta por el centro de Madrid, también porque tenía que visitar una de las tiendas 'habituales' en mis compras. Papel de regalo original, gadgets de ésos que tampoco son caros de forma individual, que completan el total de los obsequios...y que supondrán otra suma en el listado de gastos totales. Hice un par de fotos (o seis, o diez) en la Puerta del Sol. Madrid comercial de noche en navidad. Y regresé a casa.
Uno de los planes/proyecto era enviarle el sms de rutina (porque hasta eso es rutina) para decirle que estaba en Madrid...y acercarme a esperarle. Igual no a la boca del metro más cercana a su trabajo (no tanto porque está lejos...sino, y lo sé, para evitar que le vean conmigo. Evitarle que alguien pueda pensar que tiene algo que ver con alguien como yo, alguien que también me pueda conocer de antes y no lo entienda. El pasado comienzo del otoño me dejó claro, muy claro, que no le gusta que nos vean juntos) pero sí a algún intercambiador de metro que le pille de paso en el recorrido habitual para volver a su casa. Al final..., al final al mirar el reloj me di cuenta de que iba justa de tiempo. Claro que hubiese podido: más que de sobra, Sol-Avenida de América, por ejemplo... Pero no lo hice. En esos casos de duda, al final sí pesa el recordar que no soy parte de su vida, que a él tampoco le parece apetecer en lo más mínimo verme. Y que..., en fin, qué más da. Supongo que en realidad debo estar haciéndome a la idea de que esto también se ha terminado. Y que no puedo ni debo seguir siendo tan egoísta.

No me apetece hacer nada. No me apetece siquiera darme el bañito de color en el pelo, que ya lo está pidiendo a gritos. Ni hacerme la pedicura (total, si no me va a ver las uñas de los pies nadie. Total..., si me estoy dando esa excusa cuando durante años no me habría servido, cuando siempre he llevado impecablemente arregladas y pintadas las veinte uñas, sacando tiempo de donde no lo tenía), ni nada que pueda suponer mejorar mi aspecto físico. Total, para qué. Total, si ya soy invisible.

Estoy cansada y no hago nada. O..., o ni siquiera estoy segura de que sea cansancio lo que siento.
Simplemente son ganas de no hacer nada. Desgana generalizada.

No hay comentarios: