Semana complicada en que lo único salvable ha sido el día festivo de hoy. No porque haya hecho nada excepcional, sino porque conllevaba no tener que ir a trabajar.
Mejor dicho: no tener que ir al sitio donde trabajo.
A mí trabajar no me ha molestado nunca. Es más, he sido una adicta al trabajo durante años, librando sólo los domingos, teniendo si acaso una semana de vacaciones en verano... Y no pasaba nada: me gustaba mi trabajo. Vivir para trabajar y trabajar para vivir era la misma cosa.
Nada que ver con lo que hago ahora a cambio de una nómina más o menos fija y de cantidad de lo más variable.
Éste miércoles ha sido el último festivo del año, prácticamente hasta navidad.
Hasta este empleo que tengo ahora..., o hasta este sector en el que trabajo desde hace años, nunca me preocupó cuando caían los festivos, si había o no un puente, si las navidades eran días entresemana o domingos.
Ahora lo miro y lo calculo con semanas de antelación. Que no voy a dedicar esos festivos a nada excepcional, que simplemente es para no ir al trabajo.
No estoy bien.
No lo estoy físicamente y tampoco me encuentro bien mentalmente. Probablemente lo uno sea culpa de lo otro, pero no sé en qué orden.
Dieciséis de mayo.
Y no quiero ir a trabajar. Y no puedo evitarlo.
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