Rara. Es así como me siento.
Debería estar ya trabajando. O, al menos, en pleno proceso de búsqueda activa de empleo (enviar CV's, presentarme o no a entrevistas, estar en algún proceso de selección o algún paripé de ésos que llaman 'formación selectiva y no remunerada'). Y no estoy haciendo nada de eso.
Y lo peor es que me da la sensación de que me estoy acostumbrando a esa inactividad.
Limpio en casa (sin obsesiones, he de confesar). Salgo a comprar cosas básicas. Voy a comprar cosas que igual no lo son tanto (me temo que estoy gastando mucho más de lo que debiera...porque no debo. El 'paro' que me ha quedado me da para pagar los gastos más elementales del mes: alquiler, luz, teléfono, transporte, alimentación básica..., pero yo estoy comprando también cosméticos, cosas para la casa, algo de ropa... y no debo). Paso en internet más tiempo del habitual. Veo la tele..., bueno, en realidad la tengo puesta aunque le haga el caso habitual (poco y a cosas concretas). Apenas trato con nadie. Hay días que no sé si intercambiaré media docena de frases...y si no salgo a comprar, ni eso. Poco a poco se me van quitando ganas hasta de hablar por teléfono. Del guasap y esas cosas paso olímpicamente.
No duermo bien y tengo sueños raros. Ni siquiera son pesadillas: son sueños raros, entrecortados. Algunas mañanas me despierto recordando que en algún momento he mantenido en sueños conversaciones que debería tener en el mundo real. O, mejor dicho, sueño con conversaciones que me gustaría mantener en el mundo real, con personas que conozco. Con personas que han pertenecido a mi entorno laboral, en algunos casos.
Me siento extrañamente cansada. Las analíticas no dan nada raro (bueno, es que son muy específicas y tampoco se centran en cosas como las vitaminas o el colesterol o..., yo qué sé). Cada día veo peor. Recurro a gafas de ésas casi 'de juguete' (bueno, en realidad sí que tienen graduación) porque me da pereza ir a una óptica y empezar con el proceso normal de graduación de la vista. Que es raro llegar a mi edad sin necesitar gafas...y yo no las llevo. Aunque sé que las necesito: las pantallas me han destrozado la vista, directamente.
Me apetece mucho verle. Mucho. Aunque hace apenas 15 días que estuve con él. Apenas 15 días... Me resulta curiosa la relatividad de esa distancia. Que me parece poca cuando sé que he pasado meses, muchos, sin verle. Que me parece enorme cuando recuerdo que hubo un tiempo en que nos veíamos tan a menudo. Incluso que en sus inicios nos veíamos a diario, cada día laborable.
Da igual.
Sé que a mí me apetece verle. Sé que no es una apetencia mutua ni recíproca. Y ya está.
Llueve. Afortunadamente, llueve. El verano ha sido al mismo tiempo muy largo (porque ha hecho muchísimo calor) y muy corto, porque no tengo apenas recuerdos para identificarlo.
No hago nada de provecho. Dejo pasar los días y cada vez tengo menos ganas de hacer nada.
Pero llueve. Y eso, al menos eso, está bien y está en su sitio.
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