domingo, 27 de octubre de 2019

Miércoles de invierno, sábado veraniego. Otoño raro.

Semana rara. Muy rara.
Sin ganas ni de ponerme a escribir (más falta de ganas que de tiempo, lo admito). Muchas cosas pequeñas enlazadas y con lagunas en medio, pocas ganas de hacer nada. Hechos aislados que casi dan continuidad de rutina a lo que no lo es.
Últimamente tengo que pararme a pensar, cuando abro los ojos por las mañanas tras horas de sueños a rompicones, en qué día de la semana estoy. La falta de rutina laboral termina desembocando en cosas así de inquietantes.

Debería llevar dos semanas trabajando, pero tomé la decisión de no empezar (porque no lo veía nada claro y creo que no me equivoqué). Y eso ha conllevado seguir revisando durante largos ratos las página de ofertas de empleo, seleccionado, enviando algún currículum. Tengo 3 cosas 'pendientes' de respuesta por parte de las respectivas empresas, que ya me han entrevistado durante largos ratos (en uno de los casos, dos entrevistas en dos días distintos y espaciados; en el otro, una larguísima entrevista de tres horas con tres personas diferentes). Pero no me han dicho ni sí, ni no. Quiero pensar que porque, por las fechas en que estamos y considerando que esta semana hay un festivo (viernes) que antecede a un fin de semana, igual están esperando a eso, decirme algo con vistas a empezar el primer lunes de noviembre.
Aunque tampoco lo tengo claro al 100%, para qué negarlo.

Me siento cansada. Imagino que nunca volveré, tras mi enfermedad del año pasado, a estar igual, a estar como estaba antes de ese momento. 

El viernes pasado me pusieron la segunda dosis de la vacuna. Ayer tenía una sensación de sueño...que realmente tampoco quiero achacar a esa vacuna (aunque creo que cuando me pusieron la primera dosis, hace un mes, fue algo similar). Dentro de unos seis meses me pondrán el 'refuerzo' y ya quedaré inmunizada para algo que raramente podía pillar...pero que en caso de hacerlo directamente me mataría. Cosas raras.
Físicamente no me veo bien. Me siento hinchada (no sé si lo estoy). Creo que nunca me he visto tan fea. Me maquillo un poco para las entrevistas de trabajo: una crema con un poco de color (porque otra consecuencia de mi enfermedad del año pasado es que no he vuelto a recuperar mi blancura casi transparente. Nadie más lo nota, pero yo sí), rímmel, algo de perfilador en los párpados y carmín rojo. Me veo en algún espejo y parezco un payaso mal pintado. Tampoco soy capaz de hacer carrera de mi pelo, que ya llevo por la cintura, que debería cortar un poco...pero es como si perder algo, lo que sea, me pareciera una nueva derrota.

En esta semana rara me vuelve la sensación de estar dando vueltas sin llegar a ningún sitio, porque no hay ni meta ni destino al que llegar. 

Esta noche 'cambiaron la hora'. Ese proceso que se hace dos veces al año (marzo y octubre) buscando aprovechar mejor las horas de luz solar. Estos días atrás, como esporádicamente he madrugado algo para poder acudir a las entrevista de trabajo, he podido comprobar que casi eran las ocho cuando empezaba a amanecer. Y a las siete y media de la tarde, ayer mismo, ya era de noche. Hoy habrá amanecido sobre las siete de la mañana, pero empezará a anochecer a las seis y algo de la tarde.
Lo único que me gusta del verano es lo largos que son los días solares. 

Esta semana rara también lo ha sido climatológicamente hablando. El lunes refrescó y pronosticaban lluvia (no recuerdo que cayera ni una gota y a mediodía me sobraba la chaqueta de lana). El martes bajaron considerablemente las temperaturas. Tanto que, al llegar a casa por la tarde tras otra entrevista y ponerme cómoda con una de las camisetas grandes de algodón con las que duermo, tuve que buscar unos calcetines gordos y me puse sobre la camiseta un jersey viejo de algodón, porque estaba helada. Y sólo me apetecían bebidas calientes. Y el miércoles fue peor. Por la mañana, a primera hora, tenía otra entrevista (en el mismo polígono donde he trabajado los cuatro años y pico últimos. Y pude comprobar, de nuevo, cuan horrible es y qué poco me gustan los polígonos industriales). Lloviznaba y hacía frío. Subí andando, tras la entrevista, hacia el centro civilizado de la zona (la calle Alcalá de Madrid, en su tramo final) y seguí caminando algo más, calculo, de un kilómetro, para ver escaparates, tomar el desayuno en una cadena de cafeterías con establecimientos bonitos, comprar algo en un hipermercado, esas cosas, para finalmente coger otro bus hasta Atocha y de ahí, el tren hasta el municipio del sur de Madrid donde vivo...y descubrir al llegar que la casa estaba helada y yo tiritando en ella. Y acabar con el mismo jersey viejo sobre la ropa que llevaba...y sintiendo igualmente frío (yo, que no soy para nada friolera).
Por la tarde, a última hora, pusieron a funcionar la calefacción centralizada del edificio. Y esa noche ya dormí sin la sensación de estar escondida entre un montón de ropa descolocada....que es en lo que se había convertido mi cama: las sábanas de satén con la colcha de crochet y la sobrecolcha de algodón y una manta encima y... Dormí en un lío similar, pero al menos sin tiritar.
Imagino que, también, estaba destemplada.

Ayer sábado a las cinco, cinco y media de la tarde, vi en varios termómetros del centro de Madrid marcar más de 30ºC. El miércoles no habíamos pasado de los 11ºC en ningún momento del día. 

Sé que todo este relato está bastante deslavazado. Pero son casi las doce del mediodía de un domingo de octubre y me cuesta creer que ya hayamos llegado a estas alturas del año. Y mi reloj interior no se cree la hora que marca el reloj (me pasaré así varios días, me cuesta adaptarme al cambio de hora). Y voy soltando cosas y sensaciones, sentada en el sofá sobre un cojín y con otro a la espalda y con el portátil sobre las piernas y los pies apoyados en el borde de la mesa baja.

Al menos, él está ya mejor. Y eso también me hace sentir mejor a mí. Y..., no sé, imagino que ya escribiré sobre esto en otro momento.

Domingo. Último domingo de octubre. Cielo absolutamente azul. 
Final de semana rara. Y sin un destino claro en la que empieza mañana.

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