Esta noche es el cambio al llamado 'horario de verano'. O sea, que a las dos serán las tres, dormiremos una hora menos, mañana amanecerá más tarde y también se hará de noche más tarde.
Como todos los años, llevo dos días escuchando más o menos lo mismo. Además de los argumentos a favor o en contra de este vaivén horario, dos veces al año.
Ya ni me molesto en argumentar que no se va cambiar nunca este hábito, y que será así porque somos un país que basa su economía en el turismo. Y que este horario es el que más favorece eso, el turismo.
Da igual.
Lo único que me indica este detalle (que toque cambio de hora, para pasar a 'el horario de verano') es que ya llevamos casi tres meses de este 2022. Que hace tres meses fue navidad y a mi cerebro le parece que fue anteayer. Literalmente.
Y..., y debería escribir más y sobre otras cosas. Pero vivo en el agotamiento continuado y permanente. El cansancio que me provoca no hacer nada de provecho con mi vida. Que pasen los días y lo único que siga constatando es que todo es, cada vez más, mentira.
Mi trabajo que parecía casi ideal se ha ido convirtiendo en algo insufrible.
Vivo rodeada de desorden. Cada sábado (e incluso cada viernes, que trabajo en casa y, al menos, me ahorro las tres horas y pico de transporte) me digo que voy a dedicarme intensivamente a ordenar. Apenas hago nada. El viernes es imposible (no tengo la hora y pico de transporte matinal, pero aprovecho para estar más en la cama. No tengo la hora y pico de transporte vespertino, pero me voy a hacer la compra semanal. Aparte que incluso me desconecto más tarde del trabajo. No me gusta teletrabajar). El sábado tampoco consigo aprovecharlo.
Mi vida, mi presente, es un desastre.
Cada vez me soporto menos.
Y él..., qué más da. Él me importa. Yo a él no.
Me dejó completamente fuera de su vida hace cuatro años. Volvió a hacerlo el otoño pasado.
Volví a hablar con él en enero, mediados-finales de enero. Desde entonces, planes conmigo que hace y deshace él solo (como siempre). Promesas de llamadas telefónicas que, en las primeras semanas, sí cumplía (bueno, no siempre) y que ya han vuelto a la normalidad. La de que dé igual si me dice que me llamará tal o cual día, porque lo normal es que no lo haga. Ya tampoco me da la opción de llamarle yo: fija él el día, y luego llamará o no.
A ratos me he llegado a creer sus planes para que nos viéramos. Juro que me los llegué a creer.
Hasta darme cuenta de que estaba volviendo a construir castillitos de humo. Como tantas veces en todos estos años.
No tiene el menor interés en que nos veamos. Bueno, en realidad sus planes sí eran por un interés personal...que no tenía demasiado que ver conmigo como persona. En realidad, hace mucho que el interés en pasar conmigo unas horas no tiene nada que ver conmigo como persona. Le serviría cualquiera. Imagino que en otras ocasiones le sirvió cualquiera y que probablemente estas semanas ya haya encontrado algo más a mano.
Como en tantas otras cosas, supongo que ya habrá encontrado, o le habrán encontrado, un plan mejor.
Y quizá ya me dé igual.
A ratos me duele (y mucho), pero otros simplemente recuerdo que nada de esto es una novedad. Que hace muchos años que es así y ya está.
Yo le sigo queriendo. A estas alturas sé que siempre le voy a querer.
Como sé, desde hace años, que él no me querrá (ni me ha querido, siquiera) nunca.
Como sé que al final siempre estaré para cuando me necesite y para lo que me necesite, y que dará igual lo que yo pueda querer o desear. Porque hace ya demasiado tiempo que todo empezó a ser así.
Y lo acepté y lo toleré.
Y, como los semestrales cambios de hora, ya no puede ser de otra manera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario