sábado, 25 de junio de 2022

Horas perdidas.

 Vivo en estado de cansancio permanente. 
También, por eso, no escribo. A veces me propongo hacerlo, pero llego a la noche muy cansada. Más cansada aún de lo que he pasado el día.

Anoche me quedé dormida en el sofá, no sé bien a qué hora. Quizás a más de la una de la madrugada, quizás cerca de las dos. Cuando abrí nuevamente los ojos, ya estaba amaneciendo. Entremedias, recuerdo haber sentido algo de frío, preguntarme por qué no me había tapado con la sábana...
Cuando me quedo dormida en el sofá, a veces, pierdo la noción del espacio y del lugar.
Me trasladé a la cama esperando dormir al menos un par de horas más. Y me tapé con la sábana. 
Cuando volví a abrir los ojos, eran las doce del mediodía. En punto.
Entremedias, recuerdo sueños densos, de esos que parecen pesadillas reales. 

He pasado el día muy cansada. Tanto como si no hubiese dormido. Pero he debido dormir diez horas.
Algunos dirían que para recuperar el sueño de la semana: duermo tan poco y tan mal...
Pero las horas que no se duermen tampoco se recuperan durmiendo más otro día. 
Y las cosas que no se escriben en el día a día tampoco viene al caso contarlas en otro momento.

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