domingo, 22 de octubre de 2023

Tengo trabajo. Y ya está.

 Trabajando. Desde hace dos semanas.
Sin excesivas expectativas. Es simplemente trabajo

No estoy a disgusto, me tratan bien. El trabajo en sí es monótono, pero no agotador. Es de los de 'mínimo esfuerzo'. Llamar por teléfono, hablar con quienes te atiendan la llamada, cualificar y tipificar correctamente, enviar whatsapp y correos..., poco más. El horario es muy cómodo en cuanto a horario de entrada y sería muy cómodo en general si no se tratase de turno partido y me encontrase con una hora a mediodía sin tener nada que hacer. Preferiría tener solo media hora para comer y salir media hora antes...pero esto es lo que hay.

Las comunicaciones para ir no están mal, lo que pasa es que vivo lejos (o lejos al menos del sitio donde está la oficina) y eso hace que tenga que destinar la hora y pico de rigor en cada trayecto, con los consiguientes trasbordos y demás. Y si a eso le sumamos los cortes de líneas de metro, las lluvias donde se inundan estaciones y similares incidencias...me puedo encontrar con salir del trabajo a las siete de la tarde y llegar a mi casa casi a las nueve de la noche.

Pero...en fin: como he dicho es lo que hay y punto. Y que dure.

Tengo un 'periodo de prueba' de cuatro meses. Un plan de comisiones que en menos de dos semanas me ha quedado claro que son inalcanzables (y aunque no lo fuesen, son muy bajas. Así que tampoco importa demasiado no cobrarlas). Todos los días tengo el mismo horario, los viernes teletrabajo. La empresa nos da café (el que queramos o podamos tomar, si es que no se han terminado las cápsulas), tenemos acceso a una especie de jardín privado al que podemos salir cuando nos apetezca (en este caso simplemente hay que aplicar el sentido común...y ya que a mediodía paramos una hora, el resto de los descansos serán de cinco o diez minutos dos o tres veces a lo largo de la jornada), la luz natural no sobra pero tampoco es un zulo, tenemos mamparas divisorias entre los puestos de teleoperador, pero no son muy severas..., todo es en general como muy relativo.

No sé lo que durará esto. No es el empleo soñado de mi vida, pero tras la pesadilla que fue el primer semestre laboral de este año casi me sirve cualquier cosa. 

En realidad..., en realidad es que cada vez me importa menos todo. Sigo viviendo en una especie de cuerda floja, en un precario equilibrio del que en cualquier momento voy a despeñarme sin remedio. Siendo consciente de que no hay futuro. O, peor, de que el futuro que me espera no es halagüeño. Que en el mejor de los casos tendré la inmensa suerte de renovar el contrato de alquiler el próximo verano (otros cinco años) y que enlazaré contratos laborales en empleos de supervivencia hasta alcanzar la jubilación.

Y no hay nada más. 
No hay proyectos. No hay futuro más allá de esta realidad tan evidente. 

Tengo trabajo. Sin ilusión, con cansancio permanente dentro de los huesos, sabiendo actuar para que no se me note cómo estoy en realidad. 
Y..., en fin: esto es lo que hay.

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