domingo, 7 de julio de 2024

Nada es lo que yo no entiendo

 Sigo acumulando cansancio.

Quizás el hecho de no poder llorar libremente, de no poder contar a nadie realmente qué me pasa, el ir guardándome la pena, el desasosiego, el no ser capaz de entender cómo pude ser tan imbécil y tan crédula..., sobre todo tan imbécil, porque realmente me daba cuenta de lo que pasaba pero me negaba a verlo, el que simplemente pasen horas y dias y semanas y meses...y nada más, porque ya no pasará nada más, me tiene agotada.

El viernes pasado me hicieron una analítica completa. Me la tendría que haber mandado hacer hace meses, pero lo fui dejando y dejando... El viernes próximo iré a recoger los resultados. Me dirán que no tengo nada. Si acaso, bajo el hierro, algo alto el colesterol. Me recetarán ácido fólico para los próximos dos meses y vitamina D para un periodo similar. Y ya está.
Y yo seguiré cansada e infinitamente triste.

Cada vez me deja más claro que no quiere saber absolutamente nada de mí.
Y yo sigo sin ser capaz de entender por qué hemos llegado a este punto.

Puedo comprender que no me quiera. Que no le guste. Que haya decidido irse a vivir con la persona con quien, claramente, lleva años de relación (yo no sé qué he sido para él esos años. Más allá del 'plan B'. De quien le escuchaba los monólogos telefónicos porque hacía mucho que yo había entendido que era absurdo intentar contarle nada. Eso y que me gustaba escucharle hablar...)
Puedo entenderlo todo porque no me queda otro remedio.
Pero no qué necesidad tenía de mentirme. De inventarse una realidad, su aparente realidad, cuando la verdad era otra. No sé. ¿Dar más de sí la idea de 'plan B'? ¿Tenerme ahí por si los planes de futuro que llevaban años creando de repente fallaban...y tenerme ahí sin que me hubiese dado cuenta de nada?

Nada es lo que yo no entiendo.

La última (bueno, penúltima si cuento los menos de tres minutos de conversación del martes pasado) vez que hablamos quedó en llamarme cuatro o cinco días más tarde para comentarme cómo había ido su última revisión médica. Ésa que le traería a Madrid y donde por descontado no tendría tiempo para que pudiésemos vernos (a estas alturas, podríamos acumular unas diez veces de 'tengo que ir, espero que nos podamos tomar un café, ya te diré algo' desde la última vez que nos vimos a finales de agosto). Por descontado, no me llamó. Terminé enviándole un mensaje días más tarde, interesándome, que respondió al día siguiente, sin saludos ni despedidas, en plan 'escueto parte médico'. 

Le llamé días más tarde (quizá cuando ya asumí que no pensaba llamarme).No cogió el teléfono (es más, sospecho que corta la llamada al tercer tono. Nunca me tuvo registrada con mi nombre real. Igual ahora soy 'publicidad' o el nombre de algún excompañero de trabajo. Más que nada por si alguien está presente cuando entra mi llamada en su teléfono). Volví a llamar el pasado martes. Me devolvió la llamada. La conversación no llegó a tres minutos. Está con Covid. Curiosísimo: viviendo en mitad de un pinar, sin ir a ningún sitio, vacunadísimo, con cuidados sanitarios casi a la carta (hermana sanitaria. La misma que le controla para que se tome una pastilla para la tensión que no necesita, le alimenta con leche desnatada y sin lactosa, café descafeinado y otros sanísimos no-alimentos, pero, eso también, le compra el tabaco. Que todos sabemos que fumar es estupendo para la salud) y va y pilla el Covid por tercera vez.
Va a ser que el campo no es tan sano.

No sé. No entiendo nada.
O sí, en realidad y a mi pesar ya lo entiendo todo.
Y haberlo entendido de golpe y no haber sido capaz de verlo tan claro, todo, antes...también es un motivo para sentirme mentalmente agotada. 


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