sábado, 16 de noviembre de 2024

Vida tan aburrida como este post.

 Llego tan cansada a la noche que no tengo ni tiempo ni ganas de escribir. Ni de hacer ninguna otra cosa.

De hecho, tengo que esforzarme para, en un paseo a la cocina, dejarme listo el sándwich del día siguiente y la cafetera preparada para desayunar. Algunos días la pereza ha ganado la batalla y he terminado teniendo que comprarme algo a mediodía para comer. Y preparándome un café rápido (procurando controlar que la cafetera no quede enchufada al salir de casa).

En alguno de los paseos entre la cena y tumbarme en el sofá también preparo la ropa para el día siguiente. Porque aunque no madrugo (me levanto poco antes de las ocho de la mañana) tengo casi calculados al milímetro los tiempos. Aseo, vestirme, crema, perfilar los ojos, rímel. Café y dos galletas, vuelta al baño, lavarme los dientes, peinarme. Pendientes y collares. Colorete, labial. Calzado, perfume. Controlar que llevo el móvil en el bolso y el sándwich en la bolsa auxiliar. Última visita al baño. Chaqueta o pashmina. Bolso en bandolera. Salir de casa con las llaves en la mano.

Así día tras día, de lunes a jueves. El viernes teletrabajo, por lo que me levanto a la hora en que el resto de la semana salgo de casa y la diferencia es que en vez de ritual de maquillaje y tal, me siento para desayunar y trasteo un poco en el móvil. El resto del día no es muy diferente. Sustituyo el paseo de un par de kilómetros del mediodía por hacer alguna tarea doméstica y salgo a hacer compra cuando desconecto por la tarde.

Mi vida cotidiana es tan aburrida como este post.
No hay más.
No habrá más.

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