sábado, 23 de noviembre de 2024

Más de 12 horas diarias de pantallas.

 Todo es rutina. Dar vueltas en la rueda del hámster. Vaciar el mar con un dedal. Sísifo subiendo cada día a la montaña la piedra que encontrará abajo al día siguiente y tendrá que volver a subir. Rutina agotadora y aburrida. Ver pasar los días. Ver pasar la vida sin molestarme siquiera a mirarla. En realidad creo que ni siquiera la veo pasar a estas alturas.


Solo tengo sueño, cansancio. Me duele la espalda, a veces mucho.

Durante el día a veces me apetece escribir. Se me ocurren cosas. Pero no tengo tiempo para hacerlo, sumergida en esa rutina poco productiva. Rutina de pantallas. Creo que estoy pasando más de 12 horas diarias mirando pantallas: ocho obligatorias como mínimo en el trabajo, seguramente otras dos entre trayectos de metro-renfe-bus para enterarme qué pasa en el mundo, muy probablemente otra si sumo el momentito de mirar el móvil al levantarme de la cama e ir al salón a desconectarlo del cargador, el intentar que el portátil se conecte y revisar el grupo de FB que coadministro, mirar un rato la televisión hasta que el sueño puede conmigo y me quedo dormida en el sofá.
Más de 12 horas diarias de pantallas para ni siquiera hacer nada que realmente me guste.

No sé absolutamente nada de él.
Desde finales de septiembre, casi ya dos meses, no ha intentado contactar conmigo.
No hay un solo día en que no piense en él, en que no piense en llamarle, en que no me quite la idea de hacerlo porque sé que si lo hago ni se molestará en coger el teléfono (sí: la excusa de la mala cobertura. La mala excusa de la mala cobertura que hasta me llegué a creer en algún momento). Y sabré que simplemente y otra vez más estará ignorándome, menospreciándome. Y ya no quiero más desprecios disfrazados de… de qué más da.

Casi las doce de la noche de un sábado más, tan monótono como otros muchos. Pasados y futuros.

Un día escribiré sobre lo mucho que tardé en darme cuenta de que consiguió que me quedase en casa los sábados, esperándole, incluso cuando no tenía intención alguna de verme, ni siquiera de llamarme.
Pero será otro día.
Quizá hoy ya sea hora de desconectar de las pantallas.

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