domingo, 26 de octubre de 2014

Insuperable semana absurda.

La semana ha sido de ésas que superan límites.
De surrealismo, de situaciones absurdas, de posibilidades imposibles que van y se materializan. De acumulación de horas laborales. De calor en pleno octubre y con los supermercados vendiendo dulces navideños en plan promoción.
Y de cansancio. Estoy cansadísima.
El reloj dice que son las 12,42h, pero mi cuerpo sabe que realmente es una hora más. Pero con el desbarajuste horario que arrastro...la verdad es que este año creo que no me va a influir demasiado.

La semana también ha puesto algunas cosas en su lugar. Ha ubicado algunas piezas en el lugar justo del puzzle, aunque yo ya había colocado alguna que, evidentemente, estaba mal puesta.
Tampoco he tenido tiempo, ni ganas, para reflexionar sobre todo eso. Simplemente sé que ha pasado, que está ahí. Y que ya decidiré sobre ello..., bueno, ni siquiera hay nada que decidir. Las cosas ya están muy claras. Me han quedado muy, pero que muy claras.

Últimamente lloraba menos. O apenas nada. Imagino que estoy demasiado cansada por las noches, que tengo demasiado tiempo libre durante el día, que me levanto con el horario justo para irme. Eso y que ya tengo asumidas muchas certezas, muchas realidades.
Esta mañana me he levantado llorando. Porque no quiero pensar en algunas cosas y porque, como he dicho antes, es que no tengo ni tiempo para hacerlo, pero sé que esas cosas están ahí.
Las palabras tienen un defecto y un inconveniente: una vez que se han dicho, da igual. Da igual lo que se diga luego: ya está dicho.
Las cosas no existen hasta que no se les pone nombre. Y..., qué más da.

No hay comentarios: