sábado, 18 de julio de 2015

Calor. Incoherencias.

Nada: no refresca.
Esta semana llegué a ver 48ºC en un termómetro-marquesina. Cinco de la tarde, más o menos. Otro día fotografié los 44ºC: cuando empecé a buscar la cámara era un grado más. La marquesina estaba debajo de un árbol, a la sombra...
Toda la semana ha sido más o menos así.

No duermo. Acumulo cansancio un día tras otro. Bueno...anoche sí dormí. Me despertó el timbre del teléfono cuando aún no eran las doce de la noche (ignoré al interlocutor). Y me he levantado de la cama a las once...y porque a las doce tenía que estar en un municipio colindante para pagar el alquiler. Por supuesto, me había despertado una docena de veces a lo largo de la noche, había dado mil vueltas en la cama, estaba empapada en sudor... Pero se ve que a las seis y media (hora en que me levanto a diario) había empezado a entrar algo de brisa fresca por la ventana...y mi cuerpo se agarró al sueño y no estaba dispuesto a soltarlo.
En algún momento de esta noche ha llovido algo. Unas gotas de barro, a tenor de cómo estaban los coches esta mañana. Anoche antes de trasladarme a la cama se levantó una tormenta de aire: cerré la puerta de acceso a la terraza instintivamente, para evitar que se pueda romper el cristal.
Esta mañana se estaba muy bien en la calle. Pero ha sido una falsa alarma: a mediodía el calor volvía a ser insoportable.

Me gustaría escribir sobre otras cosas, cosas que me preocupan, que me interesan, que... Pero este calor sahariano no me deja apenas pensar...y menos aún juntar letras para formar palabras que construyan oraciones que constituyan el texto de una historia...con un mínimo de coherencia.

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