domingo, 1 de noviembre de 2015

Dejarme llevar...

Vuelvo a casa.
Me quito la gabardina granate, dejo el bolso sobre una silla.
Paso por la cocina. Vacío en el fregadero los restos de cerveza de las latas y los botellines, antes de  echarlos en sus correspondientes bolsas de la terraza para bajar al contenedor de reciclaje. Tiro restos de plásticos y papeles al cubo de la basura, pongo pinzas de cierre en las bolsas de galletitas y patatas fritas, guardo en el frigorífico los restos del queso (hasta que decida si los aprovecho o no).
Preparo un sándwich de pan integral con salchichón para mañana, lo envuelvo en papel film, lo dejo en el frigorífico. Veo que la jarra del café no está en su cafetera y recuerdo que se quedó sobre la mesa del salón. Voy a por ella y, de paso, recojo la bandeja de los caballitos suecos y los mug del desayuno.
Me quito las adidas azules y las dejo bajo la mesa del comedor: quizá mañana llueva, como dice el parte meteorológico. Me desvisto en el baño mientras dejo que caiga agua en la bañera para que cuando me meta bajo la ducha ya salga caliente. Me recojo el pelo con la pinza verde que tiene forma de mariposa.
Cinco minutos bajo el agua caliente: mojarme entera, enjabonarme con el gel que huele a manteca de karité y vainilla, aclararme rápido. Me envuelvo en la toalla celeste.
Vuelvo a la cocina: un trago de zumo de naranja y un paracetamol. El paracetamol suele darme sueño, seguro que me ayuda a dormir.
En el dormitorio, me pongo una camiseta. Termino de deshacer la cama para poder hacerla: sujeto las esquinas de la sábana bajera al colchón, estiro la sábana superior, la manta pequeña blanca, la colcha de crochet. Dejo la almohada supletoria sobre el baúl marrón, ahueco la almohada grande.

Sé que hay cosas por medio en el comedor, que no he preparado la ropa que llevaré mañana.
Me da igual.
Porque también sé que mi cama hoy conserva el olor de su cuerpo. Y sólo quiero meterme entre las sábanas, cerrar los ojos, dejarme llevar...

No hay comentarios: