domingo, 20 de diciembre de 2015

Domingo por la mañana.

Y despierto tras pasar otra (mala, extraña, incómoda, desubicada) noche más.
Y es de día, y parece que hace sol.
Y no está a mi lado. Y le echo terriblemente de menos. Otra vez.

Y sé que probablemente, ahora sí, no volverá a estar.
Porque hay cosas demasiado evidentes. Y su desinterés hacia mí es una de esas cosas.

Porque ese desinterés, evidente desde hace mucho y en muchos aspectos..., en todos los aspectos, también fue evidente e indisimulable la última noche que pasamos juntos. Y ya lo había sido la penúltima vez que despertó estando a mi lado.
Y empezaba a ser tradición que me dejase sola en la cama y yo me echase a llorar. Y me terminase levantando previo paso por el baño, unos segundos, para borrar los rastros de rimmel antes de irme a preparar café, para sentarme luego a su lado en el sofá. Y abrazarle un momento. O no.
La última vez me puse una camiseta (yo, que carezco de pudor en según qué momentos, con según qué personas, siempre con él). Pero no era pudor, era evitarle tener que verme desnuda.

Da igual.
En unos días se termina este año y empieza, claro, otro.
No creo que vuelva a verle en estos días. No creo que tenga esa oportunidad. Igual por eso también le eché tanto de menos esta mañana, tras confirmar esa casi certeza ayer por la tarde.

Igual va siendo hora de enfrentar algunas realidades y de tomar, definitivamente, algunas decisiones.

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