sábado, 30 de enero de 2016

Under pressure.

Estaba empezando a limpiar el baño. Tenía enjabonado con algo azul que huele fuertemente a limpiador el lavabo, el inodoro, el bidet, el borde de la bañera. Llevaba puestos unos guantes de goma de color amarillento, es para lo único que me pongo guantes. Bueno, para fregar el baño con productos de limpieza rotundos y para trasplantar cactus.
Estaba empezando a limpiar el baño cuando he escuchado 'cantar' a Mercury y Bowie. Under Pressure. La obra maestra que elegí para que me avisara cuando en el móvil nuevo entra un guasap, un correo, un sms. Cuando es esto último, la canción suena hasta que decido leer el mensaje en cuestión.
Creo que llevaba un minuto de música cuando he llegado hasta el aparato, que me esperaba sobre la cómoda de pino del dormitorio, el sitio más próximo al baño. Al salir he dado un involuntario puntapié a la bombilla que acababa de cambiar en el espejo, y he vuelto a comprobar cuan resistente es el vidrio con que las hacen, que no se rompen ni a golpes. La bombilla se ha quedado dando vueltas sobre sí misma...

He leído el texto. Lo he respondido.
En realidad..., bueno, en realidad lo esperaba. Lo sabía.

Cuando me he querido dar cuenta, llevaba un rato sin poder dejar de llorar ni de temblar, boca abajo sobre la cama, abrazada a lo único que tengo sobre ella, que es la almohada. No sé cuantos minutos habrían pasado, ni tengo conciencia exacta de mi mínimo recorrido desde la cómoda y la cama, desde la verticalidad a la horizontalidad.

En algún momento he dejado de temblar. No sé si seguía llorando. He vuelto al baño, a los guantes de goma amarillentos, a la esponja azul y blanca. He abierto los grifos, he frotado bien los sanitarios cerámicos, he dejado correr el agua hasta que no ha quedado rastro de espuma. Con una bayeta naranja he retirado los restos de jabón y he limpiado el pie de los sanitarios, los grifos, el borde del radiador, los toalleros. He guardado los guantes, la esponja, la bayeta en un cubo pequeño, todo en el dormitorio que colinda con el baño y que uso como 'trastero'.
El móvil seguía callado sobre la cómoda.
Y yo seguía temblando.

He cogido la almohada supletoria. Su almohada. La que dejé sobre el baúl en algún momento, la que suele dormir junto al piecero de la cama. Tenía que lavar la funda antes de guardarla.
No sé el tiempo que he vuelto a pasar llorando. Esta vez en el sofá, esta vez sobre la almohada que había llevado hasta allí conmigo para descoser la funda.

El relleno es como de algodón, pero no es algodón. Está ahí a mi lado haciendo una montañita sobre la alfombra.
La funda es como una bandera blanca que ondea en la terraza, secándose al sol de este último sábado de enero.
En un rato estará seca. El relleno volverá a mullirla. Coseré el breve espacio que he abierto para vaciarla. Y buscaré una bolsa blanca y limpia, para poder guardarla, quien sabe si para siempre. Hasta que un día me encuentre la bolsa en el armario y me dé cuenta de que la había olvidado. O hasta que alguien pregunte si a otro alguien le sobra una almohada, y yo, como con tantas cosas, me preste a cedérsela...sin esperar devolución.

He estado lavando mis jerséis, tendiéndolos, fotografiando una gerbera enorme que ha florecido inesperadamente, barriendo las hojas secas de la azalea rosa del comedor. Creo que he tirado la bombilla fundida y danzarina. Seguro que he hecho más cosas rutinarias que ni recuerdo.
Creo que no he dejado de llorar en ningún momento.
Lo único que quiero es dormir. Mi único plan es conseguir quedarme dormida. Necesito no pensar. Dormir a poder ser hasta mañana, y que el domingo pasé pronto, y que llegue otro lunes que inicie una semana agotadora como las pasadas, y que los sábados y los amaneceres de domingo no existan...

Espero que con quien quiera que esté le haga feliz, que le esté haciendo muy feliz.
Espero que donde esté, con quien esté, tenga también una almohada supletoria que le ayude a dormir mejor. Yo este último sábado de enero ya sé que ha decidido que la mía ya nunca le va a hacer falta.

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