domingo, 7 de febrero de 2016

Esperando al iceberg.

Termina (por fin) una de las semanas más extrañas de mi vida, una de las más difíciles de los últimos tiempos.
Una semana en la que, si miro hacia atrás desde este instante, doce de la noche del domingo 07 de febrero, podría decir que no veo nada demasiado grave, nada insalvable. Que no veo hecatombes ni incendios. Que no podría definir con una palabra, como en otras ocasiones de mi vida, lo que ha sido esta semana, pero...que sé que voy a recordar como eso: una de las semanas más difíciles, uno de los periodos más extraños de mi vida.

Y poco más. Y mañana empieza otra semana. Y aunque, como en todas si las miro desde la atalaya del domingo, no tengo ni idea de con qué me va a sorprender..., esta vez casi le tengo miedo.
La balsa de aceite en que hay una lágrima. El vaso rebosante de agua limpia que desbordará una mariposa aleteando en su proximidad. El 'no pasa nada' que suena a frase hecha.
El iceberg que sé que provocará un naufragio...pero del que ignoro cuando pasará.
Pero que sé que pasará. Y que no sabré o podré huir a tiempo. O simplemente, no querré hacerlo.

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