domingo, 14 de febrero de 2016

Rutina para no pensarle.

Entresemana no tengo tiempo ni de pensar: madrugar, café rápido y toque de rímmel, salir corriendo para no perder ni un solo transporte, cuyos enlaces-trasbordos tengo calculados al segundo; pasar la mañana haciendo trescientamilcosas, la mayoría de ésas a las que tampoco encuentro demasiado provecho, parar entorno a las doce para ir al office a tampoco hacer nada, volver hasta las tres y cuarto de la tarde, salir con una compañera a comerme el sándwich integral al parque porque me niego a estar encerrada todo el día, volver casi a las cuatro, dos horas de más de lo mismo, paseo para coger el bus porque me niego también a hacerlo en la marquesina más cercana al curro, más trasbordos, llegar a casa casi a las ocho, a veces porque he parado a comprar alguna cosa que eché en falta en el frigorífico o que me apetece cenar; quitarme el calzado, encender el portátil, comprobar en el teléfono que no me ha llamado nadie, ducha rápida, preparar algo para cenar que en ocasiones es comida para dos días, tipo puré de verduras, mirar un rato la tele a la vez que miro los emails y las redes sociales, cenar, lavarme la cara para eliminar el rimmel, darme la crema de noche, tumbarme en el sofá con la mantita y la idea de ver cualquier cosa en la tele, quedarme dormida entorno a las once sin haber visto nada, trasladarme a la cama cuando me despierto, una hora o dos más tarde, dormir a sobresaltos, madrugar...
Sobre las diez de la noche vuelvo a mi  costumbre de enviarle un sms con un beso o más de buenasnoches. Estuve unos días sin hacerlo, pero me dolía el alma: aunque tenga tan absolutamente claro que no le importo en lo más mínimo, aún no sé vivir sin saber cómo está. Esta semana ha estado enfermo y yo preocupada por él cada minuto del día aunque no tenga tiempo ni de pensar. Pero en todos estos años me ha sobrado tiempo para tener perfectamente claro que nunca seré yo quien esté a su lado en sus enfermedades, que nunca seré yo quien le cuide. Que para eso, como para todo, yo nunc contaré porque no existo en su vida real y cotidiana. Pero sé que siempre habrá alguien que le cuide y eso me basta. Me tiene que bastar.

Entresemana no tengo tiempo de nada. Pero los sábados por la tarde, las noches de sábado a domingo, los domingos al despertar, le echo terriblemente de menos.

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