sábado, 16 de abril de 2016

Semanus horribilis.

La semana ha sido tremenda. Y aun queda el domingo.
No, tampoco es que crea que el hecho de que llegue el lunes va a ser un 'borrón y cuenta nueva'. Pero..., la verdad es que si alguien decidió dividir el tiempo en semanas, me agarraré a esa pequeña superstición y querré creer que en cuanto den las doce de la noche de mañana se terminará el gafe de esta semana.

Lo cierto es que no ha sido sólo esta semana.
El viernes de la semana anterior, hace ocho días por  tanto, me pasó algo por primera vez en mi (ya larga) vida laboral: llegué tarde al trabajo por haberme quedado dormida.
Pasé muy mala noche. Creo que me desperté una docena de veces y casi todas porque no podía respirar: la puñetera alergia primaveral. Despertarse porque te estás asfixiando es una sensación horripilante que sólo pueden entender quienes pasan por ello. No se puede explicar porque no hay nada a lo que compararlo.
No creo que llegase a dormirme hasta las cinco de la mañana. Mi despertador suena entorno a las seis y media (aunque habitualmente ya estoy despierta de antes). Sí recuerdo haberlo escuchado y apagado como todos los días...
Cuando abrí los ojos, supuestamente dos minutos más tarde...eran las ocho menos diez.

A esas horas tengo que estar ya montada en el tren, si quiero estar a las nueve en el trabajo.
Creo que me tiré de la cama, vistiéndome a la vez que iba al baño, no sé bien si llegué a tomar café, lavándome los dientes mientras me ponía los anillos... Vivo a unos diez minutos de la estación, a buen paso. No sé cómo conseguí enviarle a mi jefa directa un mensaje ya montada en el tren...a las ocho y veinte de la mañana..., no sé a qué velocidad hice las cosas.
Llegué poco antes de las nueve y media: tengo media hora que 'recuperar' (o que me la anoten 'a cuenta de las vacaciones', o que me la descuenten del sueldo: hay opciones). A estas alturas ya sólo me restan veinte minutos para 'recuperar'.
Porque de lo que no me recuperé en todo el día fue de la pésima noche. Aunque al salir a las cuatro y media me diese un paseo fotográfico por El Retiro. ¿Alergia a la primavera? Operación de choque: cruzarse un megaparque en proceso de floración.
El lunes salí como cada día para llegar más que sobrada de tiempo a las nueve. A las nueve menos cinco enviaba un mensaje a mi jefa: imposible llegar puntual. El Metro estaba en una de esas 'huelgas encubiertas' que conocemos tan bien quienes somos usuarios habituales. Cuando llegué a la primera estación donde empiezo mi periplo diario... me la encontré abarrotada de gente y en los paneles luminosos avisaban que el próximo tren...pasaría en cinco minutos...
En hora punta, algunas líneas tienen una frecuencia inferior a ese tiempo. Si el andén ya estaba lleno...hacía más de ese tiempo que no pasaba ningún tren.
Fue parándose, con calma, en todas las estaciones. En muchas ya ni se subían pasajeros: no nos podíamos mover...
La parsimonia se repitió cuando hice trasbordo.
Casi me resulta raro conseguir llegar apenas ocho minutos más tarde de mi horario oficial de entrada.

El resto de los desastres..., pues temas meramente profesionales. Operaciones que no terminan de llegar. Un error de cálculo de hace unos meses (del que no soy plenamente responsable..., pero no voy a derivar esas responsabilidades, salvo que se me ataque por el fallo) me supondrá el mes que viene un auténtico descalabro económico (por resumir y traducir: a un cliente le hemos cobrado seiscientos euros de más. El mes que viene se le devolverán...y su facturación volverá a ser la que debiera, la correcta, doscientos euros inferior a la que estaba siendo. La parte proporcional saldrá de mis incentivos...).
No es tanto eso, el descalabro meramente económico...como la tensión acumulada a cuenta de ello, la tensión hasta que encontramos una solución, el tener que estar dando explicaciones por algo que, realmente, tampoco era culpa mía..., algo de lo que se tendrían que haber percatado en el departamento de administración cuando tramitaron el alta, algo en que deberían haber reparado los contables de la empresa a quien se le estaba cobrando mal el primer mes que se cobró de más...
El miércoles me acosté a una hora razonable, tras cenar pescado, un poco de verdura, un yogur. Todo muy sano. Cena tras la ducha, luego un poco de televisión, rituales de higiene y crema para la cara. Ese miércoles ya estaba 'cuadrada' la contabilidad fallida...
Me despertó pasadas las tres un dolor de estómago completamente insoportable. Nada duele tanto como el estómago cuando duele, nada. Ni siquiera las muelas (y yo sé de tener que tomar nolotil cada seis horas para quitarme ese dolor). Con el estómago no se puede hacer absolutamente nada.
Me desplacé al baño. Nauseas y mi incapacidad de vomitar. A la vez, calor, pero una sensación de sudor frío y seco..., complicado explicarlo. Y opresión en el pecho: la alergia, sin duda.
Estuve repasando qué podía haberme sentado mal. Porque seguramente era un ataque de gastroenteritis.
Creo que estuve cerca de una hora yendo de la cama al baño. A tumbarme en la cama, a sentarme sobre la tapa de madera del inodoro, en plan banqueta. El dolor era demencial. Pensé por un momento que debería ir a urgencias..., pero, ¿cómo se hace eso? ¿Llamar al hospital? ¿Llamar a un taxi? ¿Qué hospital me corresponde, si ni siquiera estoy empadronada en el municipio donde vivo desde hace 15 años? Además, el hospital que me pilla más cerca ni siquiera es el del municipio en que vivo... Aparte, ir a urgencias por una simple gastroenteritis, ir a las cuatro de la mañana al hospital... Y cómo vestirme, si apenas me podía mover..., si además de la presión en el pecho sentía hormigueo en las manos y los pies, que por otra parte notaba helados y eso que me había puesto unos calcetines...
Me quedaría dormida a las cuatro y pico.
Por la mañana no estaba del todo bien, pero mucho mejor de lo esperable. Me fui a trabajar.
Tenia aspecto de zombi, pero me fui a trabajar sin más. 
Hasta el jueves por la tarde no me di cuenta de qué me había pasado. No había sabido ponerle nombre a lo que tenía uno muy claro: ataque de ansiedad.

Por la noche, llamada telefónica que proyectaba para cinco, quince minutos, porque no quiero molestar. De hecho, demasiado tarde para lo que tenía proyectado..., pero la ducha y alguna cosa más me hizo despistarme. Cuarto de hora y pasaría a cenar y tumbarme en el sofá...
Cené a las once y media. No lo proyectado, claro, sino un sándwich. La realidad es que no tenía hambre, que era cenar por no acostarme en casi ayunas...
No sé si la conversación me hizo bien o no. Creo que me sirvió para reafirmarme en muchas cosas que ya sabía: eso que repito de que no le importo ni le intereso en lo más mínimo. Y que ni siquiera es algo 'personal' hacia mí. Le he importado tan poco siempre, que el hecho de que me ignore actualmente ni siquiera es algo personal hacia mí. Simplemente es un sentimiento hacia la Humanidad entera y yo soy parte de esa Humanidad que le sobra. Y ya está.

Pero todo esto ya lo analizaré en otro momento.
Lógicamente, no le mencioné nada sobre los gritos de alerta que me está dando el cuerpo. Ni sobre mi desastrosa semana. Para qué.

El viernes siguió creciendo el caos a mi alrededor. Volví a perder un pendiente...que había perdido y encontrado meses después el año pasado... Hice un retorcidísimo recorrido por Madrid. Desanduve mis pasos, compré otros pendientes azules. No encontré unos zapatos de mi talla en la tienda donde quizá perdí el pendiente y a la que volví dos horas y media más tarde, a preguntar...
Fue una tarde de viernes absurda, de primavera que se diría otoño, a ratos lluviosa....

Y el sábado no ha sido mejor. Más situaciones extrañas...

No he hecho apenas nada. Tras una mañana caótica, a mediodía y tras hacer la compra en un Centro Comercial (donde sí tenían mi corrientísima talla de zapatos del modelo que me gustaba, en una tienda de la misma cadena de zapaterías. Y los he comprado, claro), he puesto la lavadora, he comido 'de lata', he tendido la ropa, he imprimido un par de fotos...
Y no he hecho nada más. No he recogido/ordenado/limpiado. Estoy rodeada de caos, literalmente.
Y lo único que quiero es que termine esta semana.
Sé que haberle llamado, haberle contado cómo estoy, igual me habría ayudado...
Pero cada vez tengo más claras las cosas. Sé que le quiero, sé que me hace mucha falta, que le echo muchísimo de menos. Pero también sé que no le importo.
Y sé que todo esto me produce mucha tristeza. Y que los avisos que me da el cuerpo también son por eso, porque estoy triste, muy triste. Y cuando eso se junta con mi personalidad obsesivamente perfeccionista en el plano laboral..., pues...

Pero da igual.
Semana de primavera. Aniversario de la que aconteció hace seis años, aquella en que me negué a que el final que nos habían fabricado fuese mi única opción.

Y no quiero pensar que me equivoqué. Aunque tantas cosas digan. me digan, que fue así...
Ahora sólo quiero que pase el domingo. Mañana domingo, que volveré a despertarme sola y echándole de menos.

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