jueves, 21 de abril de 2016

Triste.

Me repiten que me ven cansada. Casi siempre son comentarios de aire casual: 'cómo se te nota que has dormido mal', 'tienes cara de haber pasado mala noche', 'se te nota que la alergia te está pegando fuerte'...

Y no, no estoy durmiendo especialmente mal. O igual sí y ya ni me doy cuenta. La verdad es que esta semana, un par de días, me quedé dormida en el sofá mientras veía la tele...perdiéndome el final de la teleserie que intentaba ver (no hay mayor problema: todas las cadenas de televisión ofrecen la opción de volver a ver casi toda la programación en sus webs). Estoy cenando más o menos sano y no demasiado tarde. Me limpio bien la piel, me doy mis hidratantes. Me quedo dormida, también, porque sigo madrugando mucho y porque más de tres horas de transporte público diarias y nueve horas de trabajo, día a día, deben cansar...

Me ven cansada e igual también lo estoy.
Pero lo que se me nota y nadie le pone ese nombre es tristeza. Me siento muy triste.

Y no le ponen ese nombre porque igual el 'estar triste' no encaja con la imagen que debo transmitir. Con mi aparente seguridad. Con mi peculiar sentido del humor. Y piensan antes que igual tengo problemas, e incluso hay quien me ha preguntado al respecto. Y si la pregunta es un '¿todo va bien?' respondo cualquier evasiva, a veces con un tanto de ironía. O el multiusos 'ya sabes: este trabajo...!!!', que da pie para que el interlocutor se explaye sobre sus propios problemas laborales y, con eso, desviar la atención.

Desde hace días, me repiten que me ven cansada.
Y lo que estoy es triste, cada día más triste.

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