miércoles, 29 de junio de 2016

Realidad sin antídotos.

Cada día que pasa, estos días son más y más raros.
O igual no. Probablemente es que mi percepción de la realidad esté cada día más afectada por mi cansancio...
No sé.
Hace mucho calor. Creo que me paso toda la noche durmiendo a intervalos: me despierta el calor, la sensación de ahogo por la alergia, el zumbido de algún mosquito que me deja el recuerdo de su beso en un brazo, una rodilla...
No hago otra cosa que ir de casa al trabajo, del trabajo a casa. Larguísimos recorridos (más de hora y media cada uno) aderezados por huelgas de transporte, desmayos en el metro que interrumpen la circulación normal de trenes, corte de líneas por obras, zanjas que desvían autobuses. Algunos días la 'hora y media mínima' se convierte en 'más de dos horas'.
Llego a casa cansada. Llego al viernes agotadísima.
Llevo casi un mes sin verle.
Durante meses, siempre había un día a la semana en que pasaban cuatro horas desde que salía del trabajo hasta que llegaba a casa..., pero era el día en que le veía. Y ese tiempo se me hacía corto. Y esas semanas tenían al menos un día en que no notaba el cansancio al acostarme.
Llevo casi un mes sin verle. Le he visto dos veces en los últimos seis meses y medio.
Tengo claro que no nos vemos porque él no quiere, aunque me haya autoconvencido de otras cosas y otras razones.
Creo que a estas alturas ya me he hecho a la idea de que las cosas sean así. Como durante estos seis años me he ido haciendo a la idea de otras cosas que no podían ser, que la nunca coincidiría la realidad con mis deseos.

Quizá la realidad siempre ha sido tan irreal como la siento estos últimos días.
Pero quizá tenía el antídoto. Esa ilusión mínima, de ese verle un rato de vez en cuando... Y aunque tal vez fuese un espejismo, por un momento sentía que las piezas encajaban.

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