domingo, 4 de septiembre de 2016

Septiembre que parece julio.

Seguimos con el calor sofocante. Angustioso. De pleno mes de julio madrileño en septiembre.
De acabar de ducharme y secarme con la toalla y ver que a los cinco minutos vuelvo a sentirme sudorosa.

Sigo sintiéndome rara, inquieta. Con la sensación de que están pasando cosas a mi alrededor que me competen....pero de las que nadie me informa. La sensación de que siguen apareciendo grietas, pequeñas, que en cualquier momento pueden unirse en un punto y resquebrajarlo todo.

Este ha sido el verano de las trenzas. He pasado más días con el pelo recogido en dos trenzas que los que sumarían el total del resto de mi pasado. Verano de trenzas y de pasar desnuda, o prácticamente, el tiempo que paso en casa. Ya ni me molesto en ponerme una camiseta si salgo a la terraza: total, a la distancia que está el edificio de enfrente no se me va a ver. Y si se me ve..., la verdad es que me da igual.

También llevaba trenzas la noche del sábado al domingo de la semana pasada. También dormí desnuda.
La noche más calurosa que recuerdo. No ya de este verano, creo que de toda mi vida.
Ni un mínimo soplo de brisa. Calor sofocante. Tórrido.

Noche que pasó a mi lado.
También debería escribir sobre esto. Pero no hoy.

Como tampoco voy a escribir hoy de lo mucho que me preocupa. De lo mucho que le echo de menos. De lo que me preocupa las cosas que le preocupan y de las que no me cuenta, por ejemplo.
Y de cuanto me gustó, pese al calor sofocante, despertar a su lado, despertar y verle a mi lado en mi cama.

Tendría que escribir de eso y de otras cosas. Pero hace tanto, tanto calor en este septiembre que parece julio...

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