martes, 28 de marzo de 2017

Finales de marzo.

Finales de marzo.

Pasando del calor del verano a la nieve en cosa de cuatro días contados, volviendo a la primavera, pasando por algo de lluvia y rachas de viento. Tiempo de primavera.
Primavera otra vez, finales de marzo de nuevo. Como cada año.

Y ya han pasado siete.

Y sé que debo dejar de llamarle y debo dejar de escribirle. Que él no va a volver a hacerlo hacia mí. Que en realidad nunca tuvo el menor interés en mi persona, que si yo no me hubiese empeñado hace siete años..., si no me hubiera creído lo que no pasaba por su parte de ser un cumplido, una frase hecha, un 'podemos quedar algún día' que repetiría a docenas de personas..., no habría pasado nada entre nosotros.

No voy a decir que he tardado siete años en darme cuenta, porque no es cierto. Hace tiempo que lo sé. He luchado contra esa evidencia durante años.
Pero la evidencia ha ganado. Ni siquiera puedo decir que él haya ganado, porque nunca jugó a nada. 

Hace siete años que empezó todo. Otro finales de marzo.

Qué mejor fecha para que la última llamada sea eso, la última. Para dejar de escribirle mensajes. Para borrar sus números de teléfono de los míos (por suerte, no me sé de memoria esos números: si los borro, no podré recuperarlos).  Para dejarle en paz de una vez.

Que mejor fecha para poner fin a lo que nunca debí dejar que empezase para mí. Para dejar, de una vez, de molestarle.

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