domingo, 23 de abril de 2017

Desvelada.

Desvelada.

Creo que me he despertado a la hora de siempre (sobre las seis y media), aunque no he tenido conciencia real de ello hasta más de las siete (la hora en que suelo estar tomándome el café).  A las siete y media ya es de día y yo estaba despierta del todo. Antes de las ocho me he desplazado al baño (junto al dormitorio) a ver si con el paseo me volvía a entrar sueño...
No ha habido manera. Completamente desvelada.

Hace un rato me traje el portátil al dormitorio (a veces olvido que es eso, un portátil, y que no es necesario que yo esté en el sofá junto a la mesa donde suele estar enchufado). He trasteado un poco por internet...y he terminado aquí.

Llevo unos días rara. Muy nerviosa. También por una serie de pequeños trastornos domésticos (que cada vez me estresan más y llevo peor. Con lo que yo he sido), pero con la sensación de que hay más. De que hay cosas que no controlo de manera consciente...pero que intuyo de alguna manera.
Creo que hasta esta mañana de desvelo no le he encontrado nombre a la sensación: tengo miedo.

Ya me he hecho a la idea de no volver a verle (igual alguna vez, algún día, de manera absolutamente esporádica...). La certeza sigue doliendo, pero es un dolor que está ahí, en el fondo de algo a lo que no sé si llamar corazón, y que si no pienso en ello pues... E intento no pensar. De hecho, intento que mis días pasen sin pensar en otra cosa que en lo que esté haciendo en ese momento.
A ratos lo consigo. Supongo que no deja de ser una cuestión de práctica.

Llevo más de cuatro meses sin verle. Me gustaría poner esta frase en plural, en primera persona del plural: llevamos más de cuatro meses sin vernos. Pero también tengo completamente asumido que a él le da exactamente igual verme que no, por tanto, no entendería estar en ese plural.

Dejamos de vernos porque él lo decidió así. Al margen de que sus circunstancias lo puedan hacer complicado..., sé que no nos  vemos porque él lo ha decidido así. Como decidió cortar con la rutina que conseguí crearme de intentar verle un rato al menos cada dos semanas, a poder ser una vez a la semana, yéndole a esperar a la salida del trabajo.

Porque es completamente imposible que en más de un año (que es lo que cumplió ese cambio la pasada navidad: un año) ni una sola vez haya tenido la ocasión de quedar conmigo. Miento: una vez, muy a finales de año pasado y coincidiendo con la prohibición de circular coches con determinada matrícula (la contaminación salvaje hizo que se aplicase como medida de urgencia) sí me dijo que al día siguiente tenía que volver en transporte público. Pero me lo dijo procurando que quedase claro que no le apetecía nada verme: comentándomelo la noche anterior y aprovechando que le llamé yo y seguramente mencioné algo al respecto de la contaminación que me produce asma, y diciendo cuanto le apetecía poder volver solo, sin tener que tratar con nadie y desconectando completamente tras la salida del trabajo. Obviamente, si alguien te está diciendo eso...por mucho que pueda añadir que, bueno, podía acercarme a esperarle a mitad de camino, ya que a veces insistía con esa posibilidad... te está dejando más que claro que no, que no le apetece que vayas.
Tampoco me era posible. Ya tenía otro compromiso. Familiar, para ser exactos.

Todo son estos pequeños detalles.

Formas de recordarme que no soy absolutamente nada en su vida.

A veces sueño con él. Procuro recordar que no tengo que decírselo.

Algunas noches me sorprendo durmiendo sobre el lado izquierdo, que es como duermo..., dormía, cuando él lo hacía a mi lado. Me hago una especie de ovillo con los brazos y apoyo la cabeza sobre ellos (cuando duermo sobre el lado derecho, me agarro la almohada. Supongo que antes de él también lo haría si cambiaba de lado. A él siempre le dejé la almohada, creo que por eso prefería dormir sobre mis propios brazos, mirándole). Alguna vez sé que sueño con que le veo al abrir los ojos: es en esas noches cuando soy consciente de que estoy dormida mirando hacia la ventana, cuando de veras despierto y no está.

Sé que estoy olvidando cómo era el que me tocase. Aunque algunos momentos quiero creer lo contrario..., creo que tengo bastante asimilado que no volverá a pasar. E imagino que olvidar cómo era es algún mecanismo mental de defensa. Y no quiero intentar pensar en qué sentía si me hacía otras cosas... Pero de momento no puedo olvidar qué sentía si le tocaba, si le besaba o si le mordía yo.

Es curioso. También he conseguido tener completamente claro que para él que fuese yo o que fuese cualquier otra le era indiferente. Que la única, eso, diferencia es que conmigo no tenía intención de según qué cosas (para eso ya tenía a otra u otras), pero por lo demás mi presencia era totalmente circunstancial y accesoria.
Imagino que estas certezas contribuyen a olvidarme de mí misma con respecto a él.

No me arrepiento de nada, pero sé que algunas cosas no deberían haber pasado nunca. Que sólo terminaron pasando porque yo me empeñé (hace ya siete años. Porque todo empezó hace justo siete años, en la primavera de 2010).

Me he mentido durante años. Me he empeñado en creer que mantenía una relación con él. Ni siquiera tengo claro, hoy, qué tipo de relación creí tener, pero sí que la mantenía. Sigo creyendo estar segura de que a veces era él quien me llamaba, de que si había quedado en llamarle y no lo hacía, hasta a veces me llamaba él o me lo recordaba si hablábamos al día siguiente. Que planificaba quedar conmigo...aunque luego se aplazase una y otra vez. Que le escribía algún email y me respondía. Que si volvía a cancelar a última hora un inaplazable encuentro nocturno, luego hablábamos durante horas esa misma noche. Que aunque tuviese visitas familiares, sacaba cinco minutos para llamarme. Que había unos mínimos planes conjuntos, que me contaba lo que pensaba o lo que le pasaba. Quiero pensar, creerme, que todo eso existió y que era consecuencia de que manteníamos algún tipo de relación.

Sé que ha dormido conmigo. Eso sí lo sé, de eso soy totalmente incapaz de tener cualquier tipo de dudas.

Y sé que ha estado en mi casa. Aunque la única prueba de ello sea una foto que le hice en mi terraza. Una foto que, ahora que me paro a pensarlo, igual tampoco fue real. Igual yo misma fui capaz de hacer un fotomontaje con una que le hice en cualquier sitio neutral y que acoplé a lo que cada día veo al asomarme.
Imagino que, llegado el caso, él lo explicaría de ese modo.

Tengo miedo. No sé porqué ni de qué, pero no estoy bien y tengo miedo.
Necesito abrazarle y que me abrace, o al menos poder abrazarle yo, para volver a creerme por un momento que un día podría empezar un futuro a su lado. Para sentir que todo está bien, que parece que las piezas del puzzle estén en su sitio. Y que yo no sienta este miedo.



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