jueves, 20 de julio de 2017

Crónica de un jueves (más).

La verdad es que mirar el reloj y que sean las cinco y cuarto de la tarde, y estar ya en casa, incluso tras haber pasado por el supermercado alemán de turno para comprar las tarrinas de frutos rojos de la semana...es un auténtico lujo.
Y todo esto teniendo en cuenta de que tardo casi dos horas en hacer el recorrido del trabajo a casa. Y que el transporte público madrileño en julio no tiene la mejor frecuencia de paso esperable.

Pero ésa es la hora que me ha indicado el reloj del microondas, que es el primero que veo al entrar.

El horario de verano no es ningún tipo de regalo que nos haga la empresa en que trabajo. Es, simplemente, la consecuencia de entrar a las nueve y salir a las seis de lunes a jueves, de septiembre a mediados de julio. De no tener más descanso que media hora al mediodía y diez minutos por la mañana. Y que tener que cogerse quince días, de los veinticuatro laborales anuales que tenemos, en el periodo de jornada reducida (esto es, de mediados de julio a finales de agosto). Cuadrando todo esto, nos sale la 'jornada reducida de verano'.

Además, todos los viernes del año salimos a las cuatro de la tarde. O sea, que en vez de nueve horas, trabajamos siete (con sólo veinte minutos de descanso).
Y cuando llegan estas fechas es cuando se nos olvida lo largos y pesados que se nos hacen algunos días el resto del año. Sobre todo horas como las de mediodía, o la célebre última hora de los viernes (que se nos hace eterna).

Por lo demás, hoy y a estas horas está ligeramente nublado (el calor del resto del día ha sido todo lo sofocante que corresponde a un mes de julio madrileño). Tenemos a casi toda la plantilla de vacaciones (y mañana se irán otros dos compañeros y mi responsable directa...'heredando' yo parte de sus obligaciones). No deja de tener casi gracia que, siendo una de las últimas incorporaciones a la empresa (de esto hace ya más de dos años) sea yo quien se tenga que 'hacer responsable' de todo lo importante y urgente. Por descontado, ni retribuido ni apenas agradecido...

Los compañeros nuevos, no falla, deducen que llevo en la empresa más años que nadie. Alguna vez he tenido que mostrar la antigüedad real en mi nómina...
La verdad es que estoy acostumbrada: es tónica general en mi vida laboral.

Y...poca cosa más.

En tardes como hoy, me gustaría ser capaz de echarme la sienta y dormir...
Pero sé que ni soy capaz de dormir de día...ni me sentaría bien. Así que no pienso intentarlo.

Mañana ya es viernes. Penúltimo viernes del mes.
Quedan menos días para mis vacaciones. Aunque..., qué más me da, en el fondo. Qué más da, cuando no tengo planes para aprovecharlas.

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