domingo, 16 de julio de 2017

Verano. Ansiedad. Tormentas interiores.

Y llega el verano. A lo bestia.
En los medios de comunicación se empeñan en que es la 'segunda ola de calor de la temporada'. En realidad no es otra cosa que el verano de toda la vida..., pero hay días en que el hecho de ser algo conocido no lo hace más soportable. Sobre todo por las noches.

Duermo desnuda, con todas las ventanas que puedan crear corriente de aire entre sí abiertas, con las puertas de las dependencias donde están esas ventanas atrancadas con ladrillos y similares. Las sábanas son de satén blanco. Lo último que hago antes de tirarme sobre la cama es darme una ducha de agua templada (si es fría, la sensación posterior de calor es peor). Da igual. Al rato sé que estoy sudando. Y creo que del puro calor, el sudor se evapora rápido...pero el calor no se va.

Hoy es, sólo, dieciséis de julio. Lo que significa que nos queda por delante al menos dos meses completitos de calor sofocante...más lo que se prorrogue de 'calor normal'. El calor normal puede dejar o no dormir por las noches, pero los días siguen siendo absolutamente veraniegos.
Y yo lo llevo fatal.
Alguna amiga y algunas conocidas de mi edad dicen pasarlo mal por estar ya 'en esa etapa'. La de los sofocos y los calores propios de la condición femenina a partir de determinadas edades. Sé que no es mi caso: yo he llevado mal el verano y he pasado un calor horroroso toda mi vida, desde pequeña. Además, el cuerpo me sigue funcionando como un reloj (o más bien como un calendario electrónico) y no tengo el menor síntoma que me diga que pueda estar entrando en otra etapa...

Sigo evolucionando hacia la obesidad repulsiva, eso sí. Estoy fea y lo sé. Ni siquiera necesito espejos, escaparates: lo sé. Simplemente, a veces me devuelve mi imagen alguno de esos soportes, y lo confirmo. No necesito más.

La semana ha sido muy complicada, mucho. Con ataque de ansiedad incluido. Si no se ha sufrido nunca un ataque de ansiedad, no se puede entender qué es. Y si se ha pasado por uno..., pues tampoco es necesario que diga nada más. Creo que el martes ya me acosté con síntomas. Que me levanté con ellos en miércoles. Que yendo en el metro (abarrotado hasta los topes) me empezó a faltar el aire y a sentir (es algo raro y casi paradójico) que estaba llena de él, inflada como un globo. Que llegué al trabajo pensando en ir a la farmacia a por...qué sé yo, un inhalador simple para despejar las vías respiratorias, unos comprimidos de ésos que llevan carbón activado para que 'absorbieran' el aire que me tenía hinchada, unos analgésicos por si me dolía algo más... A las once dije a mi responsable directa que me iba a la farmacia (mi 'pausa de desayuno' está más cerca de la una que de cualquier otro horario). Creo que no me hicieron gran cosa. Bueno, igual a ratos... A mediodía salí a comprar un sándwich. El calor en la calle era insoportable, pero yo me sentía tan mal que casi no me importaba. Por supuesto, no comí nada (en el frigorífico sigue el sándwich). A las seis de la tarde me di cuenta de que tenía hora  y media, larga, por delante para llegar a mi casa...y apenas podía moverme...
También a esas alturas seguía diciéndome que tenía un ataque de alergia, que seguro que algo me sentó mal la noche anterior...
A mitad de trayecto ya no me quedó la menor duda. Cuando se me empezaron a dormir las extremidades, me empezó la taquicardia, empecé a sudar bajo el aire acondicionado del vagón, el dolor de los pulmones empezó a ser insoportable... Si alguien ha pasado por un ataque de ansiedad, sabe de qué hablo. Piensas que te vas a morir, sin más.
Pero yo sé que no me voy a morir. Identifico los síntomas. En ese momento, tuve claro que era un ataque de ansiedad (lo que llevaba todo el día negándome a reconocer). Salí del vagón. Me senté en el andén. Un andén más que conocido que, de pronto, encontré muy limpio y muy iluminado. Pensé que si me desmayaba, seguro que era fácil sacarme desde allí. Y no llegué a recordar que estaba, además, en una zona donde hay varios hospitales...
Mi recuerdo es haber conseguido volver a coger el siguiente metro, ya controlados los síntomas.
Seguro que, en realidad, no fue así. Seguro que dejé pasar alguno mientras controlando la respiración logré que me volviesen a responder las piernas y los brazos, que se me quitase la opresión en el corazón (quien no ha sentido ese peso de cien kilos sobre el pecho no puede entenderlo), que aunque me dolieran los pulmones, al menos pudiese respirar...
Y conseguí...¿una hora después? llegar a mi casa. Y me tiré en el sofá. Me seguía doliendo todo el cuerpo...pero ya estaba en un entorno controlado. Y ya era consciente de qué me había estado pasando todo el día...

Se me ocurren razones de porqué esta reacción. Pero..., da igual. Ya ha pasado. De hecho, ese mismo día a las diez de la noche ya había conseguido comer algo (un poquito de queso tierno, un brioche con mermelada de melocotón: lo que me pidió el cuerpo. Lo que me pidió el estómago completamente vacío, más allá de café y medio y algún sorbo de agua) y ya se me había pasado. Lo suficiente para poder hablar un rato por teléfono...

La semana ha sido complicada. Por muchas cosas. También tormentas internas, fantasmas. Dudas. Saber qué es lo que quiero y saber que no lo tendré nunca. Saber que no sería difícil dejarme llevar y jugar un poco y sustituir con otra piel, provisional, la que no puedo tener.  Pero yo sólo recuerdo el calor de estos dos últimos días. No quiero recordar otra cosa. No quiero pensar.
Mañana empiezo con el 'horario reducido de verano' en el trabajo. Y..., no sé, es curioso que casi me dé igual.

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