domingo, 3 de septiembre de 2017

Fin de vacaciones.

Fin de vacaciones.

Nunca había tenido tan pocas ganas de volver a 'la normalidad'.
Nunca he terminado unas vacaciones con una sensación tan clara de no haber hecho nada 'de provecho' durante las mismas.

Sé que es contradictorio, sí. Pero es de las pocas cosas que tengo claras en este momento. Que mañana tengo que levantarme (de nuevo) a las seis y media de la mañana para salir corriendo a las siete y media, meterme en hora y media de transportes públicos variados, pasar nueve horas en un sitio donde me espera el caos tras veintitrés días de ausencia, y sufrir otra hora y media larga de retorno.

Estamos en septiembre. Estoy en septiembre, ése que siempre ha sido mi comienzo de año real y mi mes, el mes en que me suelen pasar cosas que me cambian la vida.
Y este año no espero nada. Quizá porque hasta me cuesta creer que ya hayan transcurrido ocho meses de este año, impar y primo, ocho meses en que apenas ha pasado otra cosa que tiempo vacío en mi vida.

Sólo el que mi cama aún conserve hoy el olor de su piel sé que me sirve de bálsamo.

Fin de vacaciones. Vuelta a mi realidad.

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