jueves, 7 de septiembre de 2017

Primera semana de septiembre.

La primera semana de este mes de septiembre no está siendo fácil.
Laboralmente hablando, me refiero. Aunque..., la verdad es que no hay otra cosa que eso: trabajo.

Estoy despierta antes de que suene el despertador, pero aún así dejo que suene (para evitar que si cierro los ojos pueda quedarme irremisiblemente dormida). el trayecto se me hace largo, aunque luego es como si apareciese en el polígono como por arte de magia; el tiempo parece no pasar, pero cuando me quiero dar cuenta ya son más de las diez y aún no he tomado el café con el intento despertarme del todo; llega la pausa de antes de la una y veo que no me ha cundido el tiempo en lo más mínimo; pasan otras dos horas y media casi eternas antes de salir para comer y quedan otras dos cuando vuelvo de comerme el sándwich... Y ha pasado el día y no he tenido ni dos minutos de descanso y me voy con la sensación de que, en realidad, no he hecho nada de provecho.

El ambiente está muy enrarecido. En muchas direcciones.
Se ve que el verano no ha sentado bien a nadie. O a nada.

Y..., y aunque no hace ni una semana que no le veo (tras más de tres meses en que esa fue mi realidad: no verle), le echo mucho de menos. Sé que he dormido abrazada a la almohada y que aunque no lo note conscientemente, mis sábanas huelen a su cuerpo y el mío lo sabe y lo reconoce. Y eso a la vez me hace sentirme segura...y me hace sentir absolutamente vacía cuando despierto y me doy cuenta de que estoy sola.

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