domingo, 17 de septiembre de 2017

Para empezar un viaje, sólo hace falta un primer paso.

Cuando una semana es especialmente complicada, y lo que se prevé para la siguiente no es nada mejor...no dan ganas de empezarla.

Ni tampoco quedan ganas al final del día para ponerse a escribir un rato aquí.


En el trabajo, la situación de mi empresa viene a ser 'caída libre y sin frenos'. No sé para dónde pretenden que vamos ni sé exactamente las razones. Pero la sensación de que mi trabajo no sirve para nada...y, peor, la sensación de que no se valora en lo más mínimo lo que hago...no me gusta en lo más mínimo.  Y esa última sensación, la de que no se valora mi trabajo (que cada día es mayor la cantidad) la tengo desde hace días como algo más que 'una impresión personal'. Creo que es una realidad. Y no, no me hace ninguna gracia.

Tampoco van bien otras muchas cosas.

El sábado pasado dormí muchas horas. Me levanté tarde y antes de las diez de la noche volvía a estar dormida. Agotamiento acumulado. El domingo lo pasé bien (de salud y estado de ánimo) pero por la noche mientras regresaba a casa volví a ponerme enferma. Supongo que es una mezcla de estrés con algo alimenticio que me debe sentar mal. Aunque igual es alguna otra cosa...y, directamente, no quiero saberla.
Alguna ventaja tendría que tener no tener ninguna aspiración futura. No tener descendencia, ni animales, ni hipoteca. Estar enamorada (o lo mismo ni eso) de alguien que ni me quiere, ni me ha querido nunca... ni, por descontado, va a quererme en el futuro.


Si me pasa algo, alguien se encargará de vaciar mi casa (que en realidad no es mía, aunque sí el contenido), de dejar mis libros en cajas junto a algún contenedor para que se los lleven, de dejar secarse mis plantas. Las cámaras de fotos y el portátil en el que estoy escribiendo esto son aprovechables, así que alguien se lo quedará. Lo demás, supongo, irá directamente a la basura.


Sí, tiene ventajas no tener nada.


Dicen que para empezar un viaje sólo es necesario dar un primer paso.
A ratos, pienso que debo empezar ese viaje e irme, cambiar de vida. Cambiar de trabajo, de residencia (yo, que adoro Madrid y que vivo en un horroroso municipio del extrarradio), dejar de llamarle (sé que si no llamo yo, directamente dejaríamos de estar en contacto. El contacto físico, el real, este año se ha limitado a dos encuentros. Y esta semana he vuelto a tener claro que no tiene ningunas ganas de verme).

Sólo es necesario un paso, un 'actualizar mi currículum en los portales de empleo', un responder a las ofertas que me llegan, no responder a algunas llamadas con 'ya estoy trabajando, gracias', sino preguntar al menos para qué me habían considerado candidata.
Pero estoy demasiado cansada.

Llego a las noches demasiado cansada hasta para escribir aquí unas líneas. Me levanto cansada.

Empezar un viaje ya cansada no lleva a ningún sitio. Y cada 'primer paso' sólo me conduce cada día a la rutina cotidiana. Esa que me tiene tan cansada.

No hay comentarios: