domingo, 7 de enero de 2018

Sin ganas de nada.

En un año tan ordenadito como este 2018, que ha empezado en lunes, también entra dentro de esa lógica ordenada que el día de la vuelta a la normalidad tras las navidades sea otro lunes. Mañana día 08, para ser exactos. Primer lunes tras el día de Reyes.

Mañana regreso al trabajo, por tanto. Y no tengo ganas.
En lo más mínimo.

No me apetece tener que levantarme a las seis y media de la mañana, salir a las siete y media cruzando los dedos para que no sigan las huelgas encubiertas de Cercanías Renfe (ésas que siguen disfrazando de averías e inexplicables fallos puntuales) o no convoquen otras oficiales los de Metro y tardar sólo hora y media para llegar al trabajo. No me apetece volver a la misma rutina, a la misma acumulación de órdenes incongruentes, a escuchar cómo se justifica lo injustificable, a los objetivos inalcanzables, al malambiente laboral que dejé hace dos semanas.

Y no me apetece porque, aparte de todo esto, no hay más. Y tengo que volver por lo mismo, porque no hay más.
No tengo otra cosa. Ni ningún otro estímulo.

Me duele la espalda: creo que cada día la tengo más tensionada. Tengo, además, la sensación de no haber descansado apenas nada, de tener el mismo sueño acumulado. Me empieza a doler el estómago otra vez.

Ahora mismo (casi las doce de la noche, sentada en el sofá frente al portátil), todo mi entorno está lleno de restos de papel de envolver, de bolsas donde aún queda alguna chuche de las que empleé para hacer paquetitos para regalar, del bolsas de papel con asas de rafia o de plástico con asas anchas de plástico también donde en las tiendas me guardaron los regalos. En las sillas están la gabardina, la capa verde, el abrigo viejo impermeable con capucha, la chaqueta abrigada de los últimos días. Cuatro o cinco bufandas diferentes. El bolso de piel trenzada y el de plexiglás impermeable. Y las bolsas donde he traído mis regalos de Reyes. Y un barreño donde han  pasado un par de noches alguna de mis plantas. También hay ropa que quité de las cuerdas hace días y no he recogido.

El caos, en definitiva. Y no tengo ganas de ordenar nada.

Mañana vuelvo al trabajo. A mi rutina laboral.
Y no tengo ganas de nada.

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