domingo, 11 de febrero de 2018

Flotando en la rutina.

Y las semanas pasan, una tras otra. Y lo único que cambia es que cada día anochece un poco más tarde, amanece un poco antes. Y llegará una semana en junio donde se toque el punto más alto en el cielo (o igual más bajo) y entonces cada día anochecerá un poco antes y amanecerá un poco más tarde.

Y las semanas seguirán pasando una tras otra. Sin más.
Y mi vida no será sino una presencia en cada uno de esos días. Pasando con el tiempo.

Esta semana ha sido otra más. Con la misma falta de alicientes, con idéntica falta de ilusión. Con el mismo entre absurdo e insufrible malambiente laboral, con las mismas huelgas encubiertas de transporte. Un día tras otro, todos con sus peculiaridades propias pero todos idénticos.
Una semana idéntica a la anterior y que se sabe idéntica a la que le sucederá. La semana que empieza dentro de unas horas y que será ya mañana.

Poco más que contar.

Llevo una semana sin hablar con él. No sé nada de él desde el martes. No ha respondido al teléfono. No ha contestado mis últimos sms. No sé cómo está.
Y, en el fondo, quiero pensar que ese silencio no es otra cosa que el no querer tener ningún trato conmigo. Porque la otra alternativa es que no esté bien. Que no lo esté ni para enviarme un anodino mensaje, una respuesta cordial al último mensaje de buenasnoches.

Prefiero pensar que no sólo no tiene el menor interés en mí, sino que ha decidido ignorarme.
Prefiero eso porque, aunque me haga daño, es algo a lo que empiezo a estar acostumbrada. Y porque la alternativa, la idea de que no esté bien, me duele aún más.

Mañana entraré en otra semana. Y otra semana entrará en mi vida. Y sé que no pasará nada más que eso.

Esta noche he vuelto a tener una de mis pesadillas recurrentes. Uno de esos sueños que, mientras los estoy teniendo, son tremendamente reales. Y que no son sino una historia normal, cotidiana. Que tienen una bonita luz de atardecer, unas bonitas vistas, que hasta huelen bien... Pero que para mí son una pesadilla.

A veces sueño con mudanzas. Es una de mis pesadillas.
No sé exactamente porqué, porqué esos sueños, porqué los considero pesadillas.

Tienen una luz bonita. Cuentan una historia que no es dramática. Soy la protagonista, o al menos parte de la historia. En el fondo, cuenta una historia positiva, un avance, un cambio... Pero lo vivo y me despierto sintiéndolo una pesadilla.

Un sueño con luz bonita es una de mis pesadillas recurrentes.
Mis semanas, una tras otra, todas idénticas, son una rutina sin aristas a las que agarrarme.

Pero sigo flotando. Sabiendo que no ya no hay puertos a los que llegar. Floto. Y sobrevivo.
Como siempre. Y sin más.

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