sábado, 24 de marzo de 2018

Momentos erróneos.

Y otra vez sábado.
Y sigo sumando semanas. Otra más. La penúltima completa de marzo, la última antes de semanasanta.

Como era de esperar, sin novedades reseñables. Ni no reseñables. Otra semana vacía. Sin otras cosas que rutina, que toneladas de trabajo para llenar las horas, que transportes abarrotados, que dormir poco y descansar aún menos. Otra semana sin planes ni proyectos. Dejando pasar el tiempo. Sin más.

El jueves fue su cumpleaños.
Le mandé un sms para felicitarle. Me contestó. Al menos eso, me contestó.
Otros años no lo ha hecho.

Siempre le he llamado. Alguna vez me cogió el teléfono.
A veces me dijo que estaba lejos del teléfono, a veces el buzón de voz me dio a entender que estaba hablando con otra persona.

Siempre me creí sus explicaciones. Hoy..., no hoy sábado sino en estos días o a estas alturas, tengo claro que nunca tuvo el menor interés en hablar conmigo el día de su cumpleaños. Y que si no cogía el teléfono o ni me respondía a un mensaje no era sino porque estaba con otra u otras personas.

En el fondo, todo era más simple y menos necesario de excusas.

Un año..., creo que fue el primero cuando yo ya consideraba que estábamos manteniendo una relación, que ya había pasado alguna noche en mi cama y que parecía que eso, estábamos juntos, conseguí hablar con él esa noche. Le llamé, no sé si al no cogerme el teléfono le envié un mensaje y me respondió dio diciéndome que le llamase más tarde, o si me atendió un instante diciéndome que estaba hablando por el móvil..., no lo sé bien. Pero sí recuerdo claramente que nunca le he escuchado tan feliz como aquella noche cuando ya atendió mi llamada.
No, no porque se alegrase por mi felicitación, sino porque acababa de hablar con su ex.

Nunca sentí celos de esa relación. Ni siquiera esa noche. Siempre me alegró lo que le pueda hacer feliz.

Creo que a esas alturas ya tenía claro que nunca podría competir con su ex. Que nunca ni me aproximaría a ser para él lo que ella había sido.

Nunca le había escuchado tan feliz ni volví a escucharle con esa alegría. Y sé que nunca se ha sentido así conmigo.

Un día, hace cuatro años, amaneció en mi cama el día de su cumpleaños.  A mí sí me hizo ilusión. Supongo que a él en lo más mínimo. Eligió pasar conmigo esa noche, tras semanas de aplazamientos, para tener libre el día y poder quedar con quien de veras quería estar.

Siempre intenté regalarle algo que le pudiera gustar. Incluso en la etapa más desastrosamente económica de mi reciente pasado, busqué eso, poder regalarle algo. No sé si alguna vez acerté.

A veces también le regalaba cosas sin que fuese ninguna fecha determinada. Suelo regalar cosas a la gente que quiero, sin necesidad de que sean fechas señaladas. Algún objeto de escritorio, un llavero, cualquier tontería... Creo que nunca acerté con él. Siempre había alguien que sí acertaba, que le regalaba cosas importantes y valiosas.

La última vez que nos vimos me hizo una de esas exposiciones-monólogos sobre la idea de regalar, de cómo consideraba que era un acto egoísta, que quien regalaba algo a otro realmente estaba pensando en sí mismo, no en el receptor.

La última vez que nos vimos le regalé un cuaderno. Igual en el fondo estaba pensando en mí misma cuando lo compré, pero  lo que recuerdo es que al verlo en la tienda me acordé de él, pensé que le iba a hacer gracia y lo compré por eso.
Y que si en algo no pensé ni un instante es en que sería el último regalo que le haría.

Sábado otra vez. Nublado pero soleado. Ventoso, como dice esa descripción que debe ser este mes 'marzo ventoso', hasta casi rozar lo huracanado.

Sigo acordándome de él a diario, creo que cada hora de cada día. Sigo necesitando saber cómo está.
Sigo sin tener noticias.

Lo único que destaco de esa semana vacía es que me respondió a mi felicitación por sms. Respuesta cortés.
Espero que siga recibiendo llamadas que le hagan feliz, porque fue feliz con el emisor o porque lo está siendo hoy en día.


Yo nunca acerté. Y, aunque creo que en el fondo lo tuve claro en cada uno de esos momentos erróneos, hoy en día ya no me queda la menor duda. Y no es que no pueda hacer nada para rectificar mis errores, es que ni siquiera tendré otra ocasión para volver a fallar frente a él.

No hay comentarios: