domingo, 1 de abril de 2018

01 de abril.

Y ya, abril.
Se diría que este año estoy desarrollando un nuevo sentido del tiempo. Porque me parece increíble que ya hayan pasado 3 meses desde que las campanadas del reloj de la Puerta del Sol y la toma de las correspondientes uvas nos indicase formal y oficialmente que habíamos cambiado de año.  Pero sí: ya estamos en abril. Desde hace unas horas.

Creo que nunca había aprovechado tan poco los días de descanso de la semanasanta. Creo que hace mucho que no tenía tanta necesidad de descansar. Y probablemente estaré lamentando esta falta de aprovechamiento durante días.
Me he estado despertando antes de las ocho todos y cada uno de los días. Y aunque no me haya levantado de la cama a esa hora y haya intentado aguantar el máximo tiempo posible en la cama, la verdad es que la idea no era ésa. También la idea era aprovechar estos días para limpiar y ordenar ('limpieza de primavera') y apenas he hecho nada.

El jueves ya no me encontraba bien del todo. Me molestaba un poco la garganta. Y el tema fue empeorando según pasaban las horas, hasta llegar al ataque de asma de anoche, en que me desvelaban los pitidos de mis pulmones entre la inspiración y la expiración que constituyen el hecho de respirar. Creo que es más alergia que resfriado, pero tampoco descarto del todo que se hayan juntado ambas cosas (y con el añadido, esta noche, de esos procesos mensuales meramente femeninos...que a estas alturas de mi vida no veo con el menor sentido ni utilidad futura). Tengo los ojos hinchados (haber llorado también contribuye), estoy forzando la apertura de las vías respiratorias a base de inhalador nasal (a ratos, esta noche, creía estarme asfixiando) y me duelen las articulaciones de un modo exagerado, aunque a esto último ya casi me voy acostumbrando, porque raro es el momento en que no me duelen músculos y articulaciones.

Había proyectado cortarme el pelo. Hace semanas me dije que iba a aguantar hasta que los mechones más largos me llegasen a la cintura, y hace días comprobé que ya la sobrepasaban, así que en vez de coger tijeras y arreglármelo yo sola en casa (como llevo años haciendo) decidí que mejor me acercaba a cualquiera de esas cadenas de peluquería en franquicia y que me lo cortasen ellos. Sé el riesgo que eso conlleva (pedirle a un peluquero 'córtame las puntas' puede traducirse que entiendan que las quieres a la altura de las orejas, por mucho que entres con el pelo por la cintura) pero igual me hace falta un cambio de imagen. Total, ya no me reconozco en los espejos, ya no sé quien es ésa que a veces me ha mirado desde el interior de un probador...

Se ve que ayer media humanidad femenina decidió lo mismo que yo: que como ha salido mucha gente esta semanasanta, seguro que apenas había gente en las peluquerías y era el mejor día para acercarse. Y estaban llenas.
En la única que entré (un local gigantesco, que se diría de estética futurista si estuviésemos en los 80, perteneciente a una cadena de franquicias) me indicaron que ahora trabajan con cita (nunca lo habían hecho, hasta donde sé) y me dieron una tarjeta. Que guardé en el bolso y que tiraré a la basura en cuanto haga limpieza. Si decido pedir cita para cortarme las puntas del pelo, no va a ser para que lo haga cualquier aprendiza en una franquicia de peluquería en un local de barrio de un municipio del sur de Madrid. Para eso, para que tenga que esperar que me den cita, día y hora, ya elegiría una peluquería en Madrid capital con un cierto prestigio.
Así que continúo con el pelo por la cintura.

Ayer compré un botecito de cápsulas de l.carnitina. Llevo años sin tomarlo. Lo dejé porque no me gusta sentirme dependiente de nada. Y porque las dos veces que, estos últimos años, he decidido volver a comprarlo no lo tenían. Ayer haciendo la compra en el súper y enredando un poco en el stand de los complementos nutricionales, vi que les quedaba un botecito (sin precio) y lo paseé por toda la tienda mientras terminaba de elegir los pocos productos que me hacían falta. En caja me confirmaron el precio (asequible) y ahí lo tengo, encima de la mesa. Ahora sólo falta que me acuerde de tomarme las dos cápsulas de rigor por las mañanas. Cuando lo tomaba, y lo hice durante años, me sentía menos cansada...e incluso tengo la sensación de que durante esos años mantuve un peso inferior al que tengo ahora (no tengo la sensación: estoy segura de que pesaba unos ocho kilos menos). Probaré a ver si al menos palía en algo el cansancio...

A veces me digo que tengo que hacer idea y empezar a cuidarme un poco. Acercarme de una vez a mi centro de salud de referencia e informarme a qué hora tengo el médico de cabecera, pedirle hora, asistir a consulta y solicitar que me hagan unos análisis de sangre. La verdad es que en los últimos meses lo he planificado una docena de veces y no lo he llegado a hacer, evidentemente... Y recuperar también otros hábitos sencillos, como volver a pintarme las uñas cada semana, por ejemplo... También tengo que graduarme la vista (cada vez veo peor). Pero...
Pero es que no tengo ganas ni motivación alguna.

Mañana vuelvo al trabajo, a retomar donde lo dejé. Y sé que abril va a ser demoledor. Que va a ser el comienzo de una sucesión de meses a cual peor y más complicado a la hora de cobrar algo más que el sueldo base.
Y la idea de levantarme a las siete menos cuarto de la mañana, tras apagar el despertador a las seis y media, para empezar una rutina de días uno igual que el anterior y que el siguiente, sumar semanas que sumen meses y que no me aporten nada intelectualmente hablando, obedeciendo órdenes de quienes a su vez las obedecen sin cuestionar nada, días y días así sin mayor motivación que cobrar una nómina a finales de mes y siempre con el miedo velado a que un día sea el último y ya no haya nómina a finales de mes..., pensar que mañana vuelvo a eso...

Estas dos  noches pasadas he soñado con mi actual trabajo. Creo que nunca me había pasado. Creo que he tenido algo de fiebre y, entre sueños, estaba allí y le daba vueltas a cosas y...

Seguir en abril lo que dejé y donde lo dejé hace cuatro días, que era marzo. Uno de los meses de marzo más vacíos y más feos que recuerdo.

Uno de abril. Domingo de Resurrección. Y saber que no cambia nada.

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