miércoles, 4 de abril de 2018

A oscuras a pleno sol.

Creo que voy mejorando. Al menos, en el plano físico.
O igual no, y es sólo que me voy acostumbrando.

A veces me dan unos ataques repentinos de tos que me dejan sin respiración (literalmente). Esta noche han sido varios. Igual demasiados. Creo que he pasado más tiempo despierta que dormida, aun no teniendo ni siquiera eso del todo claro. Sí me recuerdo sentada en la cama intentando que me llegase algo de aire a los pulmones. Y en más de una ocasión.

A las seis y media, puntual como sólo sabe ser él, ha sonado el despertador. Lo he apagado como suelo, de un manotazo. Y he seguido con los ojos cerrados...y una sensación muy rara...

La verdad es que mis sueños de esta noche lo han sido. Muy raros. Creo que he soñado con el fin del mundo. O con esos momentos previos... No es la primera vez que sueño con algo así, aunque luego se me olvide el argumento del sueño y sólo conserve la sensación desasosegante. Esta mañana, por un momento, hasta he pensado en quedarme en la cama, en intentar recuperar el sueño a ver cómo terminaba todo eso.
Y el caso es que no recuerdo el argumento del sueño en sí. Y sólo recuerdo que era bastante angustioso.

Esta mañana, tras apagar el despertador, primero he pensado que la sensación rara que notaba en el ambiente era una consecuencia del propio sueño. Y luego he pensado que igual era todo mucho más sencillo de explicar...

He comprobado qué hora era en otro de mis relojes (un proyector que refleja la hora en el techo si lo toco. Antes y durante años tuve un reloj-proyector, pero hace semanas dejó de funcionar esa opción y en navidad compré algo similar, aunque menos sofisticado) y, viendo que ya eran las siete menos cuarto, me he levantado. Casi completamente segura de qué estaba pasando en realidad.

Estaba sin luz.
El interruptor del baño me lo ha corroborado.
He ido hasta el comedor y he visto que toda la calle estaba a oscuras. Eso era 'lo raro' que noté al despertar: falta de la luz ambiente cotidiana. Semáforos, farolas, la luz de otras viviendas...

Y, sobre todo, el ruido. La ausencia de todos esos pequeños ruidos ambiente que provienen de aparatos eléctricos: despertadores enchufados, maquinillas de afeitar, secadores de pelo, microondas, aparatos de radio... El ruido del ascensor o de los temporizadores de luz de la escalera. Más que la falta de luz, era la ausencia de ruido lo desconcertante.

No es la primera vez que me pasa. En algún corte de luz diurno lo pude comprobar. Aunque a oscuras es distinto.

Sin luz (bendita fotofobia que me hace ver en la oscuridad) me he lavado la cara, me he vestido, me he puesto los pendientes y las deportivas. También me he aplicado la crema hidratante en la cara. He tenido que prescindir del café y he desayunado un vaso de zumo de mandarina. Y cuando me planteaba cómo bajar a la calle, con la escalera a oscuras...he recordado que el móvil incluye entre sus herramientas una linterna.

Es la primera vez que la uso. Y hay que ver la cantidad de luz que emite: ha sido encenderla y se ha iluminado media casa. Y con esa luz me he tomado el jarabe en la cocina y me he cepillado el pelo en el baño.

Curiosamente, anoche ya estaba acostada y volví a levantarme para enchufar el móvil al cargador y éste a la red eléctrica. Afortunadamente.  Porque si no, hoy tampoco habría tenido luz en el móvil.
Y curiosamente ese arrebato fue algo extrañamente instintivo y que no recuerdo haber hecho nunca anteriormente (alguna vez he descubierto que el móvil estaba prácticamente sin batería al ir a mirar la hora antes de salir de casa).

La luz ha vuelto a las siete y media de la mañana. Justo cuando iba a salir de casa.
Y lo he sabido porque, de pronto, ha sido como si una ola de pequeños ruidos lo invadiera todo.

Lo último que he hecho, antes de salir de casa y con la iluminación de la linterna del móvil, casi innecesaria porque ya había amanecido, es poner el reloj del microondas en hora.

El día ha sido absolutamente prescindible.

Al volver, el reloj parpadeante del microondas me ha demostrado que en algún momento del día ha vuelto a irse la luz.

En mi móvil, además de una linterna y otras cosas, tengo una foto suya. A veces aparece sola en una de esas galerías que se activan aleatoriamente.

Como creo que he contado alguna vez, descubrí que la tenía ahí hace unos meses. Y que ni siquiera la había guardado conscientemente: la envié al móvil para poder enviársela tras hacérsela con la cámara, hace casi dos años. Fue una fotografía del último día en que le hice fotos.
Está especialmente guapo. Lo pensé la primera vez que la vi y sigo pensándolo. Guapo y muy reconocible.

Este mes tengo que sacar el valor en algún momento y borrarla.
Y, si no vuelvo a hablar con él, este mes también tengo que buscar el valor para eliminar de la agenda de mis teléfonos su nombre. No voy a borrar los teléfonos, fijo y móvil, pero dejarán de estar identificados. Dejarán de ser parte de la agenda.

Ha sido él quien decidió dejar de ser parte de mi vida, por el método de no querer verme, no llamarme, no responder mis mensajes, no coger el teléfono.
Por tanto, si en los próximos días no tengo noticias, confirmaré que no tengo ningún derecho a conservar su foto, ni sus teléfonos, ni nada que pueda dar a entender que siga siendo una realidad en mi presente.

No me sé sus teléfonos. Cuando le llamaba, buscaba su nombre. Si me llamaba él, era su nombre lo que aparecía en pantalla.
Si lo borró, dejaré de poder contactar con él. Aunque me muera de ganas, no tendré cómo hacerlo. Y evitaré el riesgo de hacerlo sin permiso, por tanto.

Esta noche en algún momento se fue la luz. Aunque estuviese dormida y, por tanto, no me fuese necesaria, se ve que he detectado esa ausencia y he terminado soñando que se avecinaba el fin del mundo. He echado en falta la luz artificial estando dormida.

Desde hace semanas, me falta algo sin él. Algo me mantiene a oscuras aunque esté a pleno sol. La luz que sé que no puedo encender mientras, dormida, tampoco tendría porqué hacerme falta.

Y esa sensación silenciosa y creciente, como en mi sueño, de que se (me) está acabando el mundo.

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