domingo, 6 de mayo de 2018

Semana de pesadilla.

Me gustaría decir que estoy o me siento convaleciente, porque eso querría decir que realmente estoy bien y lo único que tengo es la fatiga lógica tras pasar una enfermedad...pero no es así.
No estoy bien.

Creo que esta que acaba hoy es la peor semana que recuerdo, de toda mi vida, del aspecto 'salud'. Arrastrando aún las secuelas del ataque de ansiedad de hace ocho días, el lunes volví a sufrir otro.
Y llegué a creer que me moría. No recuerdo haberlo pasado tan mal nunca.

Me empecé a poner mala en el trabajo. Aguanté hasta las seis de la tarde, no sé bien cómo ni con qué intención (¿pensando quizá que al salir de allí se me pasaría como por arte de magia? ¿ que llegada la hora de salir mi angustia, mi dolor terrible de espalda, la sensación de estarme ahogando, el estómago revuelto, el dolor de cabeza como de golpes de martillo..., el resto de los síntomas, no se vendrían conmigo?) y el recorrido de vuelta a casa fue una pesadilla de más de dos horas y media. Y se prorrogó en la noche, y...
Es la primera vez en mi vida en que estoy en la cama hasta más de la una del mediodía. Tras no haber dormido apenas y no saber qué hacer ni qué tomar para conseguir quitarme el dolor y la angustia...
No le voy a dar más vueltas.

Tengo controlada la ansiedad, y con eso me estoy conformando.

Me siento muy cansada, mucho. Me duele todo el cuerpo. Me pica toda la piel, a ratos de una forma desquiciante, un picor que no me calma ninguna loción ni evitan las pastillas para la alergia, supongo que porque viene desde el interior. Y a ratos me veo amarillenta.

El martes tengo una analítica. Sé que no me detectarán nada, que seguiré igual de cansada y de harta, que en algún momento pararán los picores y el dolor de estómago. Y que lo único que habré sacado es haber pasado por la desagradable sensación de haberme tenido que pinchar.

Lo único que salvo de esta semana es haberle vuelto a escuchar. Lo único.
E imagino que en cualquier momento decidiré que si la recompensa o la compensación por haber soportado esa semana de pesadilla era eso, volverle a escuchar, habrá valido la pena.
Y..., y curiosamente, mientras le escuchaba no me dolía nada. Y el efecto analgésico se prorrogó hasta horas más tarde, quizá toda la noche...

Sé que lo que me pasa también es consecuencia de estos meses sin él. De mi preocupación inevitable por él, de mi tristeza infinita al no tenerle ni saber nada de él.
Pero eso es algo con lo que tendré que aprender a  vivir. También mi cuerpo tendrá que aprender.

Mañana, que realmente es en unas horas, empieza otra semana. Y me da mucho miedo que vuelva a repetirse parte de la que acaba de terminar.

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