jueves, 12 de julio de 2018

Convalecencia. Síntomas y consecuencias.

Voy recuperándome.
Aunque llevo casi dos meses de baja laboral (desde el 22 de mayo) tengo la sensación de, en realidad, llevar sólo dos semanas. Las dos semanas que mañana se cumplen desde que salí del hospital.

Las otras dos..., dos semanas y media anteriores al ingreso es como si no hubiesen existido. Detalles como ése me hacen pensar que realmente no me sentía enferma (porque más allá del cansancio y del hastío laboral, no me dolía nada. Ni realmente reconocía el indebido color de mi piel y el aspecto de mis ojos, que es lo que indicaba claramente mi enfermedad) pero sí lo estaba. Y probablemente bastante más de lo que creía e incluso creo haber estado.


Tengo la piel muy áspera. No realmente seca, de la sequedad o falta de hidratación que se soluciona con una generosa ración de crema nutritiva, porque eso ya lo uso. No: es otra cosa. Tengo la piel quemada. Me aplico exfoliantes de aceite y azúcar en la ducha, insistiendo bien, y luego me ducho con geles sin química. No es una rutina que esté siguiendo estos días por el estado de mi piel, sino que he vuelto a lo que ya hacía...y que tuve que dejar cuando todo me empezó a picar y a doler de tal modo que no soportaba ni la ropa, ni el tacto de las sábanas, ni nada. Ni el contacto de mi propio pelo sobre la espalda desnuda, siquiera.

Espero que en unas semanas vaya volviendo a la normalidad.
Sigo sin usar anillos, ni pulseras, ni colgantes. Algunos días me pongo unos pendientes. Tengo muchos, casi todos de plata con piedras semipreciosas (o también preciosas: zafiros, rubies...) y alguno de oro. Estoy usando sólo dos o tres modelos, de pequeño tamaño.

Alguna mañana desayuno café con leche. No sé bien porqué, pero coincidiendo con el inicio de mi baja laboral dejé de tomar café. Dejó de apetecerme. Tampoco me apetecía la leche, así que me pasé al zumo. En el hospital me daban manzanilla para desayunar (la aborrezco). El primer día que me atreví a tomar café fue el martes posterior al alta hospitalaria: fui a hacerme una analítica y me quedé a desayunar en el propio hospital. Y me decidí a pedir café, además del zumo de naranja que ya llevaba días tomando...y que suelo tomar a diario.
Estoy volviendo al café con leche para desayunar.

Me aplico cremas reafirmantes en el cuerpo (perdí mucha masa muscular durante el ingreso. No he perdido apenas peso, pero noto el cuerpo blando) y una especie de mascarilla sin aclarado en la cara, para dormir. Las ojeras y las bolsas bajo los ojos no me las quita nada, tampoco el dormir. Las ojeras las llevo 'de serie', las bolsas no me gustan nada. Tampoco las manchas que me han reaparecido y que no se reducen a las pecas que de vez en cuando aparecen y desaparecen.
Había conseguido casi eliminar las manchas a base de jabón de Alepo, agua micelar, no exponerme al sol... Y en apenas un mes han vuelto para quedarse.

También noto el pelo muy seco, sobre todo en los centímetros más próximos al cuero cabelludo. Es como si saliera ya áspero...

Todo consecuencias de la extrema deshidratación sufrida.

Llevo casi treinta años cuidándome la piel. O al menos, intentándolo. Y, de pronto, da igual todo ese cuidado. Piel quemada sin haberme expuesto al sol. Y sin saber si tendrá solución.

Me darán el alta médica. Volveré al trabajo. Seguiré con mis rutinas de cuidado cutáneo e imagino que poco a poco me iré reponiendo.
Porque todo esto es físico y lo veo y lo controlo.


Pero igual que no me sentía enferma...y lo estaba, no sé si habrá más cosas dañadas que no veo. No hablo de órganos internos (en ésos me han hecho tanta revisión y tanta prueba que no tengo la menor duda de su excelente estado) si no de otras cosas.

De ésas que sé que fueron determinantes para hacerme enfermar. De ésas que los médicos no han podido ver cómo están, porque algunos asuntos, como la tristeza, son indetectables para la ciencia.

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