viernes, 9 de noviembre de 2018

Día no laborable en Madrid capital.

Hoy es festivo en Madrid capital. 
El único cambio que eso produce en mi rutina es que no voy al trabajo.

Creo que ya lo he comentado alguna otra vez, pero si es así, lo repito: nunca, en ningún trabajo, había tenido tan en cuenta y con semanas de antelación cuándo caen los festivos, nunca me había apetecido tanto no ir a trabajar. Yo, que durante la mitad de mi vida trabajé de lunes a sábado. que las vacaciones venían a ser una semana en verano y a veces sin poder alejarme demasiado del teléfono... Ahora empiezo el lunes a las nueve de la mañana pensando en que den las cuatro de la tarde del viernes (porque los viernes salimos dos horas antes. No, no nos regalan esas horas. Aquí no nos regalan ni un minuto de trabajo, porque si llegas tarde te lo descuentan de la nómina o, como mucho, te preguntan si prefieres que te lo vayan restando de un día completo de las vacaciones... En mi caso, prefiero la nómina). 

Vuelvo a estar tremendamente cansada. 
Sigo estando muy triste.

Esta semana no ha habido día en que no me haya quedado dormida en el sofá, de puro agotamiento. Y eso queriendo un par de días ver algo en televisión que me gustaba... He cerrado un instante los ojos, supongo que durante un corte publicitario, y al abrirlos eran más de la una de la madrugada...

Ayer, curiosamente (curiosamente porque no tendría prisa hoy...pero sí me había levantado a las seis y media como todos los días) sí aguanté perfectamente la emisión de la serie televisiva que quería ver. E incluso continué con el documental posterior....aunque en algún momento me quedé dormida hasta más de las tres. Pero lo hice, tumbarme en el sofá, ver la tele, quedarme dormida, trasladarme a la cama...sin haberme desmaquillado. Ni quitado, siquiera, los pendientes. Ni duchado. Esto último era lo de menos: podía hacerlo hoy por la mañana con tranquilidad. Pero la costumbre de lavarme la cara con jabón de Alepo, repasarme la piel con un algodón empapado en agua micelar, darme unos toques de aceite facial...., la tengo aunque lleve todo el día con la cara lavada. Y ayer no era así: por la mañana y no sé bien porqué, sumé al toque de rimmel en que consiste mi rutina de 'belleza' matinal un poco de crema hidratante con color, perfilarme los ojos con sombra oscura y hasta extender un poco de ésta por el párpado superior y terminar marcando el borde de esas pestañas con khol. O sea, lo que puedo llamar 'maquillarme'. 

Y me acosté así, sin lavarme la cara. Por puro agotamiento.
En años, sólo había una circunstancia en la que yo me quedaba dormida con los restos de posible maquillaje en la cara. Y no tiene nada que ver con  mi realidad de anoche. De hecho, hace un año en que no se ha vuelto a dar esa circunstancia.

Cuando él se quedaba dormido a mi lado. Y yo prefería seguir mirándole, sintiéndole respirar y dejar que el sueño me rodease así, a levantarme para quitarme la pintura, a esas horas totalmente fuera de su sitio por obra y gracia del deso y de las lágrimas de risa, básicamente. Cuando me despertaba al amanecer y veía mi aspecto, a veces mis ojos parecían los de un oso panda..., pero me daba igual. Nada que no pudiese solucionar un algodón empapado en desmaquillante....
Lo de ayer fue agotamiento. Y desgana. La desgana y el desánimo inmenso que me invaden.

Las dos únicas cosas buenas de esta semana es que tiene un día laborable menos (hoy) y que las últimas noticias que tuve de él hablan de la evolución definitivamente positiva de sus serios problemas de salud de este año. 

Nunca entenderá que gran parte de mi tristeza es debida a su ausencia, que le eche tanto de menos que me duela todo. Y nunca entendería que la incertidumbre de semanas sin saber de él ni porqué había dejado de comunicarse conmigo, de saber luego que no estaba bien y no saber realmente qué le pasaba, de no poder hacer nada cuando lo supe, que todo eso...me afectó tanto, tanto, que (al unirse con otras cosas, para mí mucho menos importantes) casi me mata.
Y que nunca llegaré a recuperarme de todo eso, de todo esto.

Y que saber de él, saber que está mejor, es de las pocas cosas que consiguen que, por un breve tiempo, casi me crea que yo también lo estoy.


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