sábado, 12 de enero de 2019

Sueño raro.

Sueño raro.
Sueño que estoy en la casa donde me he criado (y donde sigue viviendo mi madre y a la que voy un par de veces por semana y sigo considerando mi casa, por otra parte). En el sueño es esa vivienda y la identifico como tal, pero si recuerdo el sueño veo que no, que sobran  y faltan cosas. 

La luz es rara. Demasiado luminoso todo. No sé qué estación del año o que horas del día son en el sueño, pero la luz es muy blanca y, a la vez, muy amarilla. Se parece a la luz de algunos amaneceres de finales de enero, ahora que lo pienso...

Tengo un bebé. Hasta creo que nace, sin demasiada dificultad, en el transcurso del sueño y que lo traigo al mundo en mi cama. Que a ratos está en el sitio donde se encuentra en el momento actual, a ratos en el dormitorio donde estuvo más de 20 años y a ratos es, incluso, la cama que tuve hasta la adolescencia (una de poliester, grande y de aristas marcadas. La que hoy es mi cama en esa vivienda es de madera maciza y formas redondeadas). Tengo un bebé que en mi sueño está tan envuelto en ropa que solo se le ve la cara. 

Mi pareja se va a vivir fuera, a Londres. Mi pareja en el sueño creo que no tiene nada que ver con el bebé (es como si en el mismo sueño se combinasen varias historias, sin nexo entre ellas. O sin más nexo que mi presencia). Tampoco tengo claro si quien en el sueño reconozco como 'pareja' es la persona con quien, en la realidad, estaría dispuesta a pasar el resto de mi vida  y de quien, si no estoy enamorada, siento algo que se  le puede parecer bastante. En mi sueño, la que es mi pareja me comunica que se tiene que ir a Londres (¿a trabajar? ¿a terminar unos estudios?. No lo recuerdo. O, mejor dicho, recuerdo ambas como razones). El problema es que si se va, no sabré nada más de él. Porque en mi sueño las comunicaciones con la gente son..., digamos que como eran en los 80. No existía internet, las llamadas telefónicas se hacían desde teléfonos fijos y sólo en caso necesario. Y existía eso llamado 'amores de verano'...que recibían ese nombre porque terminaba la relación y el contacto en cuanto terminaba el verano y cada cual volvía a su domicilio habitual. Pues en mi sueño era algo así. Salvo que nos escribiéramos, no sabríamos nada del otro en ese tiempo (¿semanas? ¿meses?) en que él estaría fuera.

Tengo que alimentar al bebé. Que a esas alturas no tengo claro si es un niño o un gato. Lo manejo con soltura porque pesa poco. Sigue envuelto de tal modo que sólo se le ve la cara. Le hago poco caso: digamos que sigo con mi vida y mis quehaceres y me asomo a verle como quien se asoma a ver si el canario sigue dando saltitos en su jaula. Pero le tengo que dar de comer. Lo intento con el método tradicional para alimentar recién nacidos: amamantándolo. Pero no quiere (en ese punto es cuando creo que me doy cuenta de que no es un niño humano, sino un gatito. Ambas opciones me parecen normales). Dejo por imposible el tema de darle de mamar (porque no quiere) y empiezo a valorar otras opciones, aunque no recuerdo cuales. Es más, creo que dejo al bebé en su cuna y sigo con mi vida. Tengo claro que debe comer y otras cosas, pero también que hay otros temas  y tengo otras obligaciones. Ya digo: tengo un bebé, pero es como tener un pez escalar en la pecera.

Si quiero mantener el contacto con mi pareja (el que se va a Londres) deberé escribirle. Es la única vía existente de posible contacto. Nos tendremos que escribir.
Pero yo sé que no va a contestarme. Y entonces tampoco tengo claro si debo o no escribirle yo. Si, simplemente, debo esperar a que regrese...y ya veremos.

Hay otras cosas. Calles que hoy son peatonales y en mi sueño siguen abiertas al tráfico. Ver desde la calle la terraza de mi casa como si estuviese en una primera o segunda planta, cuando está en una octava (y, además, no exista ninguna opción de verla desde otro edificio, por la situación geográfica pura y dura). 
Hay mucha luz. Y yo tengo una creciente sensación de fiebre... 

No sé en qué momento me despierto. Sí que paso varias horas entre sueños, diciéndome que debería levantarme al baño y recordándome que no tengo prisa, hoy no, porque es sábado.


La semana ha sido tremenda. Intento desdramatizar y quitarle importancia. Entre otras cosas, porque tal y como salgo por la puerta del lugar en que trabajo, y ese momento son las cuatro de la tarde en el caso de los viernes, desconecto. Pero la semana ha sido terrorífica. En líneas generales y con detalles particulares. Con ataque de ansiedad y todo.

Normal que acumule sensaciones como para terminar teniendo sueños así de raros.

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