Le echo de menos.
Y llevo mal echarle tanto de menos.
Y le llamo. Y pienso que le llamo porque soy tonta, porque en su último mensaje/respuesta me dijo 'mañana hablamos'. Y vuelvo de la calle a más de las siete y media y miro el inalámbrico y no me ha llamado (claro), y le llamo yo.
Porque soy tonta y me sigo ilusionando con la idea de hablar con él.
Ya ni siquiera 'con la idea de verle'. Me basta la idea de volver a hablar con él para ilusionarme.
Y le llamo.
Y me queda claro que él no me habría llamado. Que el 'mañana hablamos' era una forma educada de decirme 'no me llames hoy' (total, si le llamo y no me coge el teléfono. Por lo que sea, pero no me lo coge). Le llamo y a los diez minutos tengo claro que ni siquiera tiene ganas de hablar conmigo.
Pero intento alargar la conversación. Porque llevo casi un mes sin hablar con él, sin escucharle. Porque le echo de menos.
Y me voy sintiendo cada vez más idiota.
Incluso intento tontear un poco, dejar caer algo que pueda tener un doble sentido. Esas cosas que antes eran un componente habitual en nuestra conversaciones.
Y me siento aún más imbécil, porque está claro (me deja claro) que no le interesa seguirme el juego. Como no le interesa en lo más mínimo verme, como le daría exactamente igual si dejase de llamarle.
Sigo recordándole que, si una tarde le apetece, puedo perfectamente acercarme a esperarle a la salida del trabajo. O donde él lo prefiera. Ya no me corto en decir que lo hago, el recordárselo, por simple rutina o simple costumbre...porque sé que no va a ser. Sé que no le apetece y ya está.
Aunque siga creyéndome otras razones y no quiera llamarles excusa.
Tampoco quiero saber con quién vuelve cuando vuelve en transporte público. O quién, realmente, le va a recoger o con quién de su trabajo vuelve en coche. No quiero saberlo, directamente.
Nunca quiso integrarme en su vida y ya, a estas alturas, no tendría sentido alguno que yo mostrase curiosidad. Curiosidad para mí misma, quiero decir.
No sé cuando volveré a verle.
Hace mucho que decidí interiorizar que cada vez que le veo puede ser la última. Eso no hace que deje de echarle de menos cada día, que siga soñando con él aunque luego olvide el argumento de esos sueños (sólo queda eso, esa sensación que no se parece a nada. A nada diferente a lo que siento cuando duerme a mi lado). Sé que no le gusto, pero él a mí sí. Igual muy al principio de nuestra...¿relación? ¿puedo llamarlo así?...si hubiese sentido que no le gustaba, la relación se habría acabado sin más explicaciones. Pero poco a poco fui bajando el nivel de exigencia. Y a estas alturas me conformo con muy poco. Con que me deje tocarle. Porque su deseo hacia mí es inexistente. Se puede disfrazar...algo...a partir de la cuarta cerveza. Algo. Pero tengo muy claro que sobrio no va ni a acercarse a mí. Aunque esté desnuda a su lado.
Sobrio no le intereso ni para que quedemos a tomarnos un café.
Le echo de menos. Le llamo y me siento profundamente tonta. Alargo la conversación.
Treinta y tres minutos.
Y casi planifico cuando le llamaré de nuevo, porque me ha dicho 'hablamos en unos días', y, como ya sé que él no me va a llamar, quedo en hacerlo yo.
Y cuando cuelgo y veo en el teléfono eso, esos 33 minutos, me siento tonta, sola, le echo aún más en falta que antes de hablar con él.
Y sólo tengo ganas de llorar.
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