Quedó en llamarme el miércoles de la semana pasada para confirmarme la propuesta que me había hecho un rato antes, la tarde del último sábado de julio, y que consistía en venirse a pasar la noche conmigo el viernes. Confirmarme y que yo le confirmase si me era posible.
El martes ya me confirmó que no le era posible (no me llamó, ni me escribió: fue como respuesta a mi sms de buenasnoches). En ese mismo mensaje-respuesta me confirmó el aplazamiento al viernes siguiente. El de esta semana. Hoy.
Por descontado, ya no me llamó el miércoles.
No sé porqué aún, algunas veces, espero que lo haga cuando ha quedado en ello. No sé porqué lo espero, si sé que no lo hará.
Le llamé el viernes, tal como yo sí había quedado. Varios intentos, sin éxito. Le envié entonces un sms, como casi cada noche.
No suele responder mis sms de los viernes. No quiero hacer ninguna conjetura al respecto. Es una simple evidencia en la que un día reparé...y ya está.
El sábado yo tenía un compromiso familiar. Suelo hablar con él los sábados por la tarde (normalmente, porque le llamo yo. Alguna vez es él quien se adelanta..., o, más bien, quien devuelve la llamada que no ha podido atender). Lógicamente este sábado no lo hice y él ya sabía que sería así.
Le llamé el lunes. Por descontado, no atendió mis llamadas.
Le llamé el miércoles con idéntico nulo éxito.
Desde hace años, cada noche sigo enviándole un sms. De buenas noches. A estas alturas, absolutamente aséptico: hablamos del tiempo y poco más. En realidad, nuestras conversaciones telefónicas de unos meses a esta parte son también así. Hablamos del tiempo y me habla de cosas que no le van a comprometer de ningún modo. No me habla de él, no sé qué hace, qué piensa, qué siente.
Por descontado, no hay el menor indicio, resquicio, de algo que se pudiera interpretar como afecto, interés en mí. Absolutamente nada.
Hace tiempo que no me atrevo a insinuarle nada. Bueno, eso no es del todo cierto: hace tiempo que empecé a comprobar que si intento jugar con las palabras y el doble sentido, insinuarle algo, finge no darse por aludido y cambia de tema. Lo que sí dejé de atreverme es a emplear con él cualquier tipo de palabra cariñosa: para qué, si de tanto insistir en contarme que no le gusta que le hablen de determinado modo acabé por entender que también se refería a mí.
Como también se refería a mí y me incluía cuando me contaba que no le gusta que le toquen. Por ejemplo.
Cuando se está...o se cree estar, manteniendo una relación que incluye sexo con otra persona, que te cuenten cosas como ésa, 'no me gusta el contacto físico', ni siquiera te paras a pensar que te esté incluyendo en lo que es el resto del mundo que puede tocarle de algún modo. Hasta que un día se te cae el velo de los ojos, encajan de golpe todas las piezas del puzzle (ése que realmente no quieres terminar, aunque tengas claro dónde encaja cada pieza) y entiendes que te lo está contando por algo. Y aunque te cueste creerlo...o admitirlo... es así.
Ayer esperaba algo. Una llamada. Un mensaje. Algo.
Algo que confirmase nuestra cita de hoy. Algo que la cancelase, la aplazase. Algo. Porque en toda la semana no ha vuelto a mencionarla. Porque no he podido hablar con él (directamente no me coge el teléfono, para qué vamos a andarnos con eufemismos o excusas, por mucho que me las crea cuando me las dice).
Por descontado ni me llamó ni me escribió.
Para qué, si soy yo con quien teóricamente había quedado. Si soy yo, más que habituada a cancelaciones, aplazamientos, propuestas para ir a esperarle y vernos un rato que ignora, sms que no responde, llamadas que no atiende. Que para tocarle y pretender que me toque tenemos que estar solos y tengo que darle tres cervezas, que termino con sentimiento de culpa durante días cuando viene a verme y al final se va más tarde de lo que tenía previsto y sé que le están esperando. Y mi sentimiento de culpa viene de saber le entretengo y cambio sus planes horarios, que le entretengo en la cama aunque sepa que no me va a tocar, pero yo a él sí.
Es imposible, objetivamente imposible, que me pueda dejar más claro su falta de interés en mí.
Y, sin embargo, me dice que podríamos quedar...y sigo haciéndome ilusiones. Y sigo esperándole.
Y me sigue doliendo su ausencia, su indiferencia.
Y sigo esperando algo. No sé ya el qué, si sé que no hay nada. Pero sé que el día en que deje de esperar desaparecerá de mi vida para siempre.
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