Terminando un septiembre extraño y casi vacío.
No hago nada de provecho. Más bien debería decir que 'sigo sin hacer nada de provecho', porque no sé bien desde cuando tengo esa sensación.
Riego las plantas, recojo los platos a veces con más celeridad, a veces hasta casi quedarme sin cucharillas para el yogurt. Empiezo a acumular (de nuevo) papeles encima de las mesas, bolígrafos nuevos de colores diversos, la agenda abierta por la semana correspondiente donde anoto alguna obviedad, hago algún dibujito, imprimo iconos con sellos de goma y tampones casi secos de colores .
Empecé a recopilar en una carpeta virtual fotos para imprimir. Fotos que resumieran los más de 4 años de mi última aventura laboral, fotos de momentos más o menos felices. Hice algo similar hace...ocho años ya (he tenido que pararme a pensarlo y me ha dado, casi, vértigo) cuando terminó mi experiencia en la 'empresita naranja': imprimir fotos de todo aquello, recopilarlas en un álbum, dar por cerrada aquella fase de mi vida para siempre. El bajón anímico cuando acabé aquella recopilación fue tan considerable como inesperado. Creo que no he vuelto a mirar aquel álbum...que si me paro a pensarlo, ni siquiera sé para qué hice...
Pensaba..., pienso hacer algo similar con mi última empresa. Quizá de forma más selectiva: sólo fotos en que yo aparezca. Más que nada porque tendré unas 500...o quizá más, fotos, y yo aparezco en pocas porque al ser yo quien las hago...pues eso.
Empecé a recopilarlas y lo dejé en la primera mañana, hace casi un mes. Encima, la última actualización de windows me ha 'escondido' las carpetas de imágenes (menudo susto me llevé. Tuve que tirar de ingenio para encontrarlas...porque no estaban en ningún sitio) y casi parece que hubieran decidido por mí que dejase esa tontería, esa idea de 'cerrar etapa' recopilando, imprimiendo, pegando y guardando...
Tareas a medias.
Me ha dado por hacer pulseras con cuentas de minerales, otra vez. Vamos a ver: no es algo a lo que me dedique a tiempo parcial, simplemente lo hago de vez en cuando. La mayoría de mis collares son comprados (minerales, piedras semipreciosas o directamente preciosas, plata) pero algunos los he hecho y/o customizado yo. Y muchas pulseras sí son de propia autoría.
Me gusta el cristal de murano, esas cosas donde hay metidas dentro del cristal flores también de vidrio en colores diversos. Nunca he querido investigar cómo lo hacen, me gusta ese aspecto casi mágico.
También me gustan los 'ojos turcos': esas cuentas de cristal con un ojo (o dos, o tres) en cada una de ellas.
Esta mañana he hecho dos pulseras (una para mí, otra para mi madre) de cuarzo amarillo con una cuenta central de ojo turco azul. Fueron dos descartes, las cuentas de ojo turco, de otra pulsera: los ojos en vez de perfectamente redondos son rasgados, con una mirada algo aviesa. En las pulseras amarillas quedan bien.
Primero he hecho las pulseras (y hasta he tenido que recopilar bolitas amarillas por la alfombra, el suelo, el sofá, la mesa...porque en un momento dado han salido disparadas del hilo donde originariamente estaban. Supongo que en los próximos días seguiré encontrando alguna. Menos mal que el amarillo es muy vivo y se ven perfectamente). Luego me he preparado el desayuno. Al final, siempre desayuno a las tantas.
Sigo durmiendo mal. Me quedo dormida en el sofá a más de las doce, me despierto sobre las dos, tres de la mañana, me traslado a la cama. Me despierto muchas veces. Termino levantándome algo antes de las diez.
Creo que mi cuerpo se está preparando, instintivamente, para regresar a las rutinas laborales.
De esta semana no puede pasar volver a las entrevistas de trabajo. El lunes enviaré media docena de respuestas a su respectiva media docena de ofertas laborales. Y ya veremos qué pasa.
No encuentro lo que realmente me gustaría encontrar.
Me gustaba mi último trabajo en lo que en esencia era. Se me daba muy bien y estaba un poquito mejor pagado de lo que es el sector del telemárketing (imagino que porque no era eso. Y, objetivamente, estaba mal pagado para lo que era el trabajo en realidad). Lástima que todo lo demás fuese tan desastroso, que derivase en lo que finalmente derivó. Lástima de empresas mal organizadas, de incompetentes dirigiendo proyectos. Lástima de lo que podría haber sido mi trabajo definitivo.
Vagueo sin hacer nada concreto. Me voy a Madrid a dar una vuelta y termino comprando cosas que, si me paro a pensarlo, no me hacen falta. Llevo todo el verano planificando ordenar de una vez mi armario ropero: hasta compré un par de cajas grandes para colocar lo que no me cabe en los cajones. Y...ahí sigue el caos. Y probablemente vaya a más y a peor, porque tengo alguna prenda más...
Llevo las uñas de las manos pintadas en un verde grisáceo. Las de los pies, en un magenta casi fucsia, casi morado.
También tengo pendiente ordenar la vitrina del comedor, donde entre otras cosas guardo docenas de frasquitos de esmalte de uñas, alguno seguramente casi seco. Alguno con más de diez, doce años...pero en buen estado. Misterios.
También sigue sin ordenar. Tampoco he sacado tiempo en estos tres meses y pico de ocio.
Evidentemente, lo de la falta de tiempo era excusa. Sólo es necesario tener tiempo para descubrirlo.
Y..., le echo de menos. Muchísimo.
Casi tres semanas sin hablar con él.
Está enfermo y eso, además, me preocupa mucho. Me preocupan sus frecuentes recaídas, no me conforma saber que las cosas crónicas son lo que conllevan.
Le echo mucho de menos. Y ya ni siquiera soy capaz de fantasear planificando el ir a verle, a encontrarme con él..., a verle siquiera de lejos al salir del trabajo. Ya no me queda ni eso.
Se termina septiembre. Dos días y medio más y ya está.
Mi septiembre de 2019, casi vacío.
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