viernes, 4 de octubre de 2019

Sensación de sueño sin motivos para tener sueño.

Me siento triste y cansada. Quizá lo uno sea consecuencia de lo otro, pero no sé en qué orden.

Duermo mal. Me quedo dormida (a veces porque no hago por evitarlo) en el sofá ante la televisión y me despierto y traslado a la cama a las tantas de la madrugada. Anoche creo que eran más de las cuatro. Algunas noches la tele se apaga sola, otras no y cuando despierto hay algún concierto en vivo en locales pequeños..., esos programas de madrugada que, seguro, me gustaría ver si los emitieran en horarios normales, de tarde. Algunas noches me despierto a las dos, o antes, y hay programas de teletienda o esos realitys absurdos de gentucilla sin profesión conocida encerrados en casas llenas de cámaras. O supuestamente encerrados en casas llenas de supuestas cámaras que lo graban todo. Algunas de esas noches aprovecho para trasladarme a la cama. Otras vuelvo a cerrar los ojos y sigo en el sofá. 
Nunca me ha llegado a amanecer fuera de la cama.

Me despierto sobre las seis y media, la que durante años ha sido mi hora de despertador y ponerme en marcha. Intento seguir durmiendo. Algunos días paso por el baño y regreso a la cama. Otros hago por aguantar e intentar seguir dormida. 
Algunos días consigo estar en la cama hasta más de las nueve, alguno hasta a más de las diez.

Me siento cansada.

Reviso ofertas de empleo en internet. Tengo prevista una entrevista el lunes a mediodía para algo más o menos interesante. Esta tarde he respondido enviando el currículum a otra potencialmente buena. Veo que hay cosas, que hay posibilidades de reengancharme al trabajo en breve. Pero hay momentos en que me digo que tampoco tenga tanta prisa, que igual debo esperar hasta encontrar algo que de veras me motive.
Y entonces entro en contradicciones, en el duende malo en el hombro izquierdo que me dice que con lo que cobro de paro casi cubro gastos mensuales y que tengo algo de ahorro (la indemnización...que me temo que a estas alturas ya no quedará tanto) y que puedo esperar incluso hasta después de navidad. Y el duende bueno en el hombro derecho pone el grito en el cielo ante esa posibilidad y me recuerda que no puedo seguir gastando tanto los ahorros como, sobre todo, el paro. Que por mucho que a fecha de hoy me quede un año completo de paro...los días y las semanas y los meses pasan. Como ya han pasado cuatro.

Los trabajos que encuentro tampoco son de ingresos espectaculares (cobraría un sueldo fijo similar a lo que ya estoy cobrando de desempleo) por lo que dependo de que sean empleos con comisiones e incentivos adicionales para que de veras valgan la pena.
Dar vueltas a todo esto me agota.

Y además llevo más de un mes sin verle. Y casi un mes sin hablar con él. Y sé (el poco contacto es mediante sms, los que le envío casi todas las noches para desearle eso, buenas noches) que lleva semanas enfermo.
Y eso me preocupa mucho. Su salud siempre me ha preocupado mucho. Y lo que le ocurrió el año pasado (y que también repercutió, esa preocupación por él, en lo que me ocurrió a mí) hace que aún me preocupe más su estado de salud. 
Porque a veces me asalta la duda de si me estará diciendo la verdad. Si no me estará ocultando algo, si no estará peor de lo que me dice.

Le echo de menos. Y quiero que esté bien.
Primer fin de semana de octubre.
Diez años desde que le conocí. Aunque eso será otro post.
Hoy estoy triste y cansada. 
Y tengo sueño. Siento que tengo sueño.
O igual no, porque ni siquiera tengo razones o motivos para tener sueño.

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