Avanza enero.
Siguen los días de aspecto general extraño.
Son días de enero y de invierno, bien. El lunes hizo mucho frío, el resto de la semana ha hecho frío por el día...pero casi la misma temperatura (diurna) por las noches. Los días solares se alargan ligeramente por las tardes (por la mañana no estoy segura e imagino que no. En esta época del año, de hecho, lo normal es que amanezca más tarde que en ninguna otra).
No hago nada de provecho. Sigo sin hacer nada de provecho, vamos.
Me despierto puntualmente a las seis y pico de la mañana. Me percato de la hora que es y vuelvo a hacer por dormir. Suelo conseguirlo. Cuando me despierto de nuevo sobre las ocho...ya no es tan seguro volver al sueño. Imagino que el cuerpo, o la mente, me recuerdan que debo tener unas rutinas laborales y que ésa sería la hora normal para estar ya levantada.
La semana que viene, me digo, tengo que empezar en serio a buscar (y encontrar) trabajo. Aunque sea uno de esos trabajos de supervivencia, con un sueldo similar a lo que estoy (o imagino que estoy: cada vez desarrollo mayor manía a los bancos y la comprobación de los movimientos de cuenta) cobrando de paro.
Tengo una pereza atroz.
Me digo cada mañana que tengo que salir a dar una vuelta. Irme de rebajas, aunque ni necesite ni vaya a comprarme nada. Planifico desayunar, ponerme cualquier cosa cómoda para vestir-calzar, darme un poco de crema en la cara y un toque de rímmel en las pestañas...y hale, a la calle. Luego digo que mejor espero a las doce y media. Luego, a la una.
Me dan las tres y ya me digo: mejor comes algo y ves el informativo de mediodía de la tele, a ver qué ha pasado en el mundo.
Y cuando finalmente salgo...son más de las cinco. Y no he hecho nada de veras práctico en todo el día.
Me siento cansada. Y, como he escrito otras veces: yo no debo estar cansada. Pero sé que no es síntoma de nada, que es simple hastío.
Para mañana anuncian lluvia, cambio de las temperaturas (no tengo claro que sea 'bajada'). Necesito unas botas de goma: las mías, que ya tienen seis años...creo...deben tener alguna fisura porque las últimas veces que las usé acabé con los calcetines mojados. También me apetecería encontrar unos botines de tacón, 'de vestir', cómodos. Aunque sé que eso cada vez es más difícil. Quien me lo iba a decir a mí, media vida subida en tacones imposibles durante horas y horas, que llegaría un día en que no soportaría apenas ni ir descalza...
Salgo 'de rebajas' y termino comprando cosas que ni necesito ni realmente puedo permitirme el gasto a largo plazo. Las marcas te fidelizan regalándote descuentos 'para próxima compra', 'por tu compleaños'...y eso, termino comprando cosas que no me hacen falta para poder 'usar los descuentos'. Que suelen ser una forma más para que hagas un gasto, puesto que son descuentos 'por compra mínima de tal cantidad'.
Me disperso escribiendo, soy consciente de ello.
No he conseguido hablar con él en toda la semana.
Esta semana trasladaban las dependencias del lugar donde trabaja a otro sitio. Aún más lejano para mí (aunque no tengo la menor intención de intentar trabajar en esa empresa, que curiosamente es la misma donde nos conocimos hace más de 10 años) y no sé si en la práctica más cercano o no para él, porque no hemos hablado. Lo que sí sé es que este nuevo emplazamiento convierte en poco menos que imposible aquella costumbre de 'irle a esperar' que mantuve durante años...hasta que decidió otra cosa y se terminó la costumbre.
A veces tengo el difuso recuerdo de haber ido por allí...cerca de la estación de metro donde le esperé al menos una tarde a la semana durante meses...tengo en difuso recuerdo de haber ido cuando estuve enferma, hace casi dos años. Pero es de esos recuerdos que no sé si son parte de alguna pesadilla demasiado realista o si realmente fui...y si fue así, no sé para qué fui ni cómo acabé allí... Lo único que sé es que raramente volveré a hacer ese recorrido ni pisaré nuevamente esa estación, esas calles...
Los días siguen teniendo ese aire de extrañeza.
Avanza enero.
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