domingo, 1 de marzo de 2020

Ya es marzo. Y está lloviendo.

Terminó el bisiesto febrero. 
Un mes completito, largo y estresante. Porque aunque sea el mes más corto del año (aun teniendo ese día de más en este 2020), se me ha hecho muy largo.

Mes que he pasado a base de infusiones relajantes para dormir. Con dos entrevistas laborales interesantes (las ofertas. Las entrevistas fueron tan anodinas como lo son habitualmente) y una perfectamente olvidable. Con una analítica rutinaria de la que tendré resultados a mediados de mes y una prueba médica complementaria que me ha tenido en vilo...y que el mismo día en que me la hicieron me tranquilicé porque el resultado ya me dijeron que no era para nada alarmante. Controles cada seis meses y ya está.
Febrero que hace bisiesto a este año y que no me ha gustado nada.
Hoy ya es marzo.
Mañana, si no hay novedades completamente inesperadas, empiezo una nueva aventura laboral.

He de confesar que estaba bastante más ilusionada el día en que hice la entrevista de lo que estoy hoy. Me apetecía más la otra posible opción laboral, la de la entrevista que pasé un par de días después y para la que también me preseleccionaron...para no volver a saber nada de ellos tras unos psicotécnicos y la solicitud de algún contacto al que pedir referencias sobre mi perfil profesional. Me apetecía más porque el sueldo era algo más alto (eran más horas semanales), la empresa ya la conozco...y hasta tardaría unos diez minutos menos en llegar. Pero..., en fin: esto es lo que hay.

No estoy demasiado ilusionada. Incluso he tenido un par de momentos en que...sí, he estado tentada en enviar un correo y decir que no me podía incorporar. Pero no lo voy a hacer.
En octubre ya lo hice: me lo podía permitir (tenía por delante aún un año de subsidio de desempleo por cobrar). A finales de enero también lo hice: la oferta era buena, económicamente hablando, pero el horario no me convencía. Y pensé que aún tenía tiempo para írmelo pensando.

Tengo aún por delante ocho meses de 'paro' por cobrar. Pero no pienso agotarlo. Y, además, ya me ha bajado un poco la cantidad..., y ya no me compensa.

Pasa a ser el recurso, la red, por si vuelvo a quedarme sin trabajo. Lo que es y para lo que está pensado, en realidad.
Así que mañana me incorporaré a lo que seguramente será mi nuevo trabajo. 
Insisto: con pocas ganas. Y con poca ilusión.
Me hago mayor.

Está lloviendo. Siempre me ha gustado la lluvia, eso casi tan raro en una ciudad como Madrid. Pero preferiría que mañana no lloviese. Preferiría no tener que cargar con un paraguas, no tener que ponerme un calzado compatible con la lluvia. Preferiría empezar en este posible nuevo trabajo con buen pie, con el clima de primavera adelantada de los últimos días.
Pero no: está lloviendo.
Y yo me hago mayor.

Dos de marzo ya a estas horas de la noche. A unas horas de dejar de estar desempleada.
Pero con pocas, muy pocas ganas de trabajar.

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