lunes, 4 de mayo de 2020

Cuatro de mayo. Se relaja el Estado de Alarma.

Mes y medio de confinamiento.
Casi un mes sin trabajar.
Y sin perspectivas de que lo segundo cambie en breve. Porque lo primero sí va relajándose, paulatinamente.
Esta primera y nueva perspectiva me anima. 
La segunda aumenta mi desánimo anterior.

Me apetece salir a la calle y ya sé que, más o menos y rigiéndome por las normas impuestas, puedo hacerlo. Puedo salir a la compra y hasta es posible que ya haya algún escaparate para poder pararme a mirarlo. También puedo salir a dar un paseo antes de las diez de la mañana o a partir de las ocho de la tarde, aunque como duermo tan mal y tan a trompicones, raramente estoy levantada antes de las diez. Y a las ocho de la tarde estoy en la terraza, más viendo aplaudir que haciéndolo (a estas alturas de la crisis) y luego suelo llamar a mi madre por teléfono. O sea, que no salgo en el horario en que podría hacerlo sin problemas y dentro de la normativa. 

Se va relajando el Estado de Alarma.

Estas semanas atrás, más o menos, había conseguido hacerme a la idea de quedarme en casa y sin trabajar. Ahora, cuando ya se van relajando las condiciones de alarma y ya se habla de empresas que reanudan su actividad, sé que me apetece mucho retornar a la rutina laboral. Además, aunque puedo permitirme un par de meses de drástica reducción de ingresos (cobraré unos trescientos, cuatrocientos euros menos que lo que tengo de gastos fijos al mes y tendré que tirar de ahorro personal. Otra vez. Así es imposible que consiga tener algún día un mínimo ahorro) necesito tener un sueldo normal. Necesito trabajar tanto para normalizar mi estado mental como para mantenerme en el sentido más materialista del mundo. 

Me planteo, mientras llega ese momento y mi empresa (porque me mantiene en plantilla, aunque sea el Estado quien me pague ese 70% de un sueldo de supervivencia con el que tengo que apañarme) reanude sus actividades, planificar una lista de tareas en mi agenda. E irlas cumpliendo. Hoy he lavado las fundas del sofá: las previsiones meteorológicas indicaban que se secarían en el transcurso del día. El calor ha hecho que se secasen a las tres horas de tendidas...

También me he hecho la pedicura. Llevaba...¿dos meses, algo más? sin hacérmela. Total, para qué... No me he pintado las uñas, solo me las he arreglado. Las uñas y la piel de los pies. En un par de días anotaré en la agenda 'arreglarme y pintar las uñas de los pies' y ya tendré tarea.
Estupideces así.
Sigo sin estar bien.

Se relaja el Estado de Alarma. Veo niños en la calle. Veo como los ciclistas llegan el carril-bici bajo mi casa. Me alegra volver a ver gente dando a la calle un aspecto casi normal. El casi lo ponen las mascarillas que lleva todo el mundo. 

Se relaja el Estado de Alarma y yo sigo muy desanimada.
Y hoy ha sido cuatro de mayo.

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