domingo, 30 de agosto de 2020

Sensaciones raras y contradictorias.

Mañana vuelvo al trabajo. Bueno, dentro de unas horas, si tengo que ser rigurosa con la realidad, porque oficialmente ya es lunes 31 de agosto, aunque sintamos que seguimos en la noche del domingo 30.
Y no sé si tengo ganas. 
Sobre todo porque volver al trabajo...cuando realmente va a ser trabajar desde casa (desde el mismo sitio desde donde estoy escribiendo esto. Y no desde el mismo equipo informático porque para trabajar tengo un portátil de empresa, que si no...) suena casi raro. Tan raro como todo en este año.

Tengo ganas y no las tengo. Incluso si me planteo que probablemente en el transcurso de la semana el trabajo será presencial, en algún momento, porque espero que se abra la oficina y que vaya alguien más que las pocas personas con las que coincidí en junio y julio...no sé exactamente si me apetece o no. 

Es un cúmulo de sensaciones raras y contradictorias. 

No me gusta el teletrabajo, aunque admito que es más cómodo que la hora y media larga de ida y otro tanto de vuelta que me separa del lugar físico donde está la oficina. Y e precisamente si me paro a pensar en esas más de tres horas de trayecto...cuando la idea de tener que trabajar presencialmente se me hace un tanto cuesta arriba. Y me apetece volver a trabajar en un sitio con más gente, pero como he tenido tan poco trato (y tan raro, he de admitirlo) con mis compañeros...tampoco sé cómo me voy a sentir.

Es todo extraño. Me siento extraña. Y nerviosa, sin que tampoco exista nada que explique esto. 
Lo que tenga que ser, será. Las cosas inevitables es lo que tienen.

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