viernes, 23 de octubre de 2020

Despierta, vestida, escribiendo. Y muerta de sueño.

 Anoche no tenía sueño.
Estaba cansada, eso sí, pero no tenía sueño. Igual también por la certeza de no tener hoy que madrugar (los viernes teletrabajo). Así que me dieron la una de la madrugada mirando la tele tumbada en el sofá...y en algún momento debí quedarme dormida. Sin siquiera taparme con alguna de las mantitas auxiliares.
Creo que me he despertado varias veces durante algunos segundos, consciente de donde estaba, consciente de que debía trasladarme a la cama (como tantas noches). Cuando me he decidido, la televisión seguía encendida repitiendo programas de recortes de otros programas y el portátil (que también se había quedado encendido) estaba actualizándose...

He pasado por el  baño antes de meterme en la cama. Y antes de volver a cerrar los ojos he mirado la hora, proyectada con números rojos en el techo: 06:58.
Casi las siete de la mañana. Creo que nunca me había pasado dormir prácticamente toda la noche en el sofá. Y si no hubiese sido por el teletrabajo...no habría sido un 'prácticamente' porque no me podría haber acostado en la cama. O sí, pero para levantarme media hora después.

Llevo todo el día cansadísima. No sé si es, también, por eso. 

Me he levantado a poco más de las nueve, he preparado café, he sacado del congelador un trozo de pan integral y lo he puesto a descongelar en el microondas. Me he puesto una bata-kimono sobre la camiseta gris con la que duermo. Al mirar el móvil, he visto un par de correos relativos al trabajo (tengo las notificaciones desviadas a mi móvil personal). Antes de las diez, con el café delante y el pan tostado y endulzado por un poco de mermelada de naranja, ya tenía el ordenador del trabajo encendido sobre la mesa baja del salón donde el resto del tiempo tengo el portátil personal, éste donde estoy ahora escribiendo. Hoy ni siquiera me he molestado en sacar la mesa auxiliar y plegable donde organizo mi área de teletrabajo.

Viernes extraño. Laborable y extraño. 

Llevo todo el día bostezando y pensando en dormirme pronto. 
En torno a las seis de la tarde me he ido a comprar al supermercado. Antes de eso, he parado sobre las tres para prepararme la comida (un poco de pasta fresca con tomate y huevo cocido), he comido sobre las cuatro de la tarde y antes de las cinco me he reenganchado un rato al trabajo (contestar un correo que he recibido mientras comía, hacer un par de llamadas programadas). Y muerta de sueño.
Y al final me han dado las doce de la noche y sigo despierta, vestida, escribiendo.

El año sigue siendo muy raro. Raro a diario. Esta semana, más. Sin pasar nada reseñable, ha sido una semana con un aire tan y tan extraño...

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