domingo, 12 de diciembre de 2021

Nada funciona.

 Semana rarísima que da paso a la última semana 'normal', por lo completa, del año.

La última semana eso, completa, es la que empieza en unas horas. Porque la siguiente ya será nochebuena (cae en viernes) y la siguiente nochevieja (sí, viernes de nuevo). 
Una semana normal en un año tan lleno de anormalidades como ha sido éste. Como sigue siendo éste.
Una semana que sé que seguramente tampoco será normal. Porque últimamente nada lo es, nada tiene la normalidad (ésa cómoda, de cotidianidad, de cosas controladas y controlables, de conseguir lo esperado y esperable) que me gustaría.

Me siento cansada, hinchada. Algunas noches siento frío. Quedarme dormida en el sofá, con la tele puesta, y trasladarme a la cama a cualquier hora: a las tres, a las cuatro y media, a las seis..., una noche me trasladé a las siete. Pero no tenía que trabajar al día siguiente, porque no me habría trasladado a la cama sino que me habría tenido que vestir y tomar el café. Y habría pasado el día con la extraña sensación de no haber dormido esa noche. Algunas noches apago la tele entre sueños y sigo durmiendo en el sofá. Algunas no tengo claro donde estoy, y sigo durmiendo en el sofá. Tiro de la mantita de sofá y siento frío en los pies, a pesar de los calcetines. 
Nunca había sido tan cotidiano eso, dormirme durante horas en el sofá. Alguna vez sí me había quedado dormida, claro, pero despertaba al rato, a la hora, a las dos horas...y automáticamente me trasladaba a la cama. 
Ahora me da igual.

Igual lo hago porque algo me dice que el tiempo que me haya quedado dormida es, quizá, lo que voy a dormir de un tirón esa noche. O porque ese 'dejarme llevar' es en cierta medida una forma de controlar mi vida (por contradictorio que suene).
No lo sé. Probablemente no tenga ningún sentido ni ninguna explicación.

Nada funciona. Y no sé cómo hacerlo funcionar. O tal vez sí. O quizá, simplemente, es que ya me da igual cual debe ser el correcto funcionar de las cosas. 

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