sábado, 9 de julio de 2022

Dejar que pase el tiempo.

 Días raros.
Me cuento a mí misma que debo descansar. Y me explico que estoy descansando, justificando que haya pasado todo el día y no haya hecho nada de provecho. Ni de no provecho: en realidad no hago nada.

Leerme un libro de unas 500 páginas en poco más de dos días (lo empecé el miércoles en el metro, lo he terminado esta mañana), Tampoco tiene nada de particular: hubo un tiempo en que leía cuatro o cinco libros a la semana (un poco más y me leo la biblioteca pública entera). Regar las plantas (pocas cosas me desconciertan tanto como que se me seque una planta de un día para otro y sin ninguna justificación: sin falta de agua, sin cambio de rutinas... Ayer descubrí que se me acababa de secar una de la que estaba muy orgullosa. Espero que algo se salve). Fregar a conciencia mi sartén preferida (preferida por lo mucho que la uso. En realidad no es una sartén, sino una parrilla. Y no suele estar sucia). Preparar arroz con chirlas, gazpacho, patatas alioli. Ordenar la repisa de la bañera. Hacer limpieza de cosméticos gastados en el aseo: empleo el lavabo, que nunca tuvo instalación de agua funcional, como receptáculo para los productos de maquillaje y los pinceles para aplicarlos. Y ahí terminan los envases de rímel gastados, los dispensadores de colirio agotados, la viruta del perfilador de ojos, las barras de labios que usé una vez hace meses y no guardé.... Ir al centro de Madrid a comprar un encargo y terminar comprándome otro bolso, un capazo de rafia esta vez. Decidirme a lavar el bolso de serraje que usé todo el verano pasado (sí, sé que el serraje no se lava. Pero cometí el error de comprarlo en un bonito lila pálido...y acabó con un aspecto impresentable tras cuatro meses de uso continuado) y aprovechar el calor sofocante para que se seque...y a ver que pasa. No ha quedado mal del todo. 

Hago cosas así. Sin importancia alguna. De hecho, creo que las he descrito precisamente para ver si escribiéndolas les encuentro el sentido...

Imagino que mi mente se está aclimatando a los cambios de los últimos días. A la falta de esa rutina que era el trabajo. No sé lo que tardará en reaccionar (porque sé que va a hacerlo) y deprimirme y ponerme a buscar ofertas de empleo como loca y decidir que nada vale la pena y arrepentirme de no haber aguantado un poco más y...

Sigo dejándome llevar por el sueño cuando éste llega. Me da miedo que, en cambio, llegue el insomnio. Por eso me tumbo en el sofá con la tele de fondo, apenas sin sonido...y termino quedándome dormida.
Este viernes he batido mi propio récord. Cuando me desperté ya no es que fuese media noche o que empezase a haber algo de luz: es que era de día. Más de las siete de la mañana.
Aún así, me he trasladado a la cama (sé que si no lo hago y sigo en el sofá...pasaré el día con la absurda sensación de no haber dormido) y me he levantado definitivamente sobre las diez. No sé si he vuelto a dormir en esas dos horas y pico o si, simplemente, he intentado cerrar los ojos y dejar que pasase el tiempo.

Supongo que es eso lo que hago, lo que llevo toda la semana haciendo: dejar pasar el tiempo... 


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