jueves, 1 de diciembre de 2022

Inactividad rutinaria.

 Mi nivel de actividad es tan, tan bajo, que me canso tras el mínimo esfuerzo. Así que paso todo el día cansada.

No recuerdo ninguna etapa de mi vida tan vacía. Ni con menos ganas de hacer nada. Y el caso es que por las mañanas, cuando me levanto de la cama, sí tengo planes, proyectos. Es más, creo que los hago en la cama, entre sueño y rato de insomnio. Levantarme, desayunar y ponerme a ordenar...qué sé yo, el dormitorio del fondo. Donde empecé metiendo la tabla de planchar, la aspiradora, el centro de planchado, la escalera plegable...y terminó siendo el sitio donde reina el caos, porque creo que llevo más de 15 años sin ordenar nada. O la otra habitación, donde tengo el ordenador antiguo...y que es otra habitación trastero donde amontono cosas: bolsas con regalos de Reyes inútiles con los que no sé qué hacer, pero que tampoco me atrevo a tirar a la basura. O cosas más sencillas: tirar suplementos dominicales atrasados. Esos que no leo el día que compro, que se quedan en casa de mi madre y que me llevo una vez al mes (los tres o cuatro de las últimas semanas) para revisar y deshechar...y que terminan creando montones. Porque hace años sí que los leía (en los trayectos al trabajo) e iban al contenedor de papel. Pero desde hace tiempo...no. Y no sólo estos meses de desempleo en que lógicamente no hay trayectos casa-trabajo. sino desde muchos meses antes...
Desayunar y ordenar el baúl del recibidor donde se acumulan esos suplementos y ropa que lavé-tendí-recogí...y ahí está, provisionalmente. Montón de ropa de la que recojo la que me quiero poner y que lleva meses sin pasar por su sitio en el dormitorio, porque el ciclo lavar-tender-recoger-ir al montón-volver a ponérmela...casi me parece ya lo nornal. 
Y no, no lo es. 

No he hecho nada en todo el día. Bueno, miento. He sacado brillo a dos teteras de adorno: frotar con 'algodón mágico' (una especie de gasa embebida en sidol) y luego con un paño de felpa viejo. Una de las teteras también la he fregado con estropajo. También he regado las plantas, algunas. Esa ha sido toda mi actividad. 
Sobre las cinco de la tarde me he preparado un calabacín espirilado y salteado con un poco de aceite. Sobre las diez de la noche he cenado unos filetes de pollo a la plancha. Todo muy sano. Pero también he picoteado kikos a la barbacoa, crema de queso cámember con palitos de cereales, un stick de fuet de pollo, un trocito de turrón de Jijona, una pasta de hojaldre... Además de los dos cafés a lo largo de la mañana y el pan tostado con mermelada de naranja. Y todo en un grado de absoluta inactividad física, sentada en el sofá ante el portatil jugando al tetris. 
Y sin ganas ni ánimos para hacer otra cosa. Porque tampoco he hecho mucho más en el transcurso de la semana. 

No estoy bien. No sé si será también algo físico (mañana me llamará la doctora para darme los resultados de la analítica de hace tres semanas. Rutina. E imagino que sin novedades reseñables, que por eso no me habrá llamado antes), pero anímicamente no estoy bien.
Y las inminentes navidades (y otras cosas) tampoco ayudan. 

Espero que sigan contando conmigo en la empresa donde me entrevistaron a finales de octubre y con la que quedé, quedamos, en volver a hablar en el transcurso de este mes para incorporarme en enero. Porque casi cuento con ello. 
Y porque de no ser así, tendré que ponerme a trabajar en cualquier sitio.
Y no tengo ganas, ni casi fuerzas, para empezar de nuevo un proceso de búsqueda activa de empleo que desembocará en otro trabajo basura de supervivencia.  

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